domingo, 15 de enero de 2012

Asesinato en América

Supongo que habrá sido cosa del resfriado, pero en menos de dos días me he ventilado un libro. Lo quería decir porque, aunque no sea muy importante, no soy de engancharme de principio a fin a nada y, por pequeños que sean, no los devoro en menos de una semana.

El libro es Asesinato en América, una recopilación de artículos periodísticos galardonados con el Premio Pulitzer que narran ocho de los crímenes que más impacto causaron en la historia reciente de Estados Unidos. No soy periodista pero si lo fuese sentiría verdadera envidia por cómo se hace el periodismo al otro lado del Atlántico. Digo hace y no hacia porque a pesar de que el último de los reportajes trata sobre la masacre en el Instituto Columbine de Colorado – episodio de fama aún mayor si cabe tras haber sido objeto de un documental dirigido por Michael  Moore  – y este suceso ocurrió hace casi trece años, de vez en cuando leyendo prensa norteamericana por internet me sigo encontrando con algún artículo de los que pocas veces se ven aquí. Me parece que en la prensa española falta ese periodismo de fondo, fruto muchas horas de trabajo y que va más allá de dar cuatro retoques a las noticias de agencia. Supongo que es lo que la clientela pide pero luego mucho me temo que o profundizan en ese periodismo – he descubierto Jot Down hace poco – o no sé quién tendrá algún incentivo para comprar un periódico en un futuro no muy lejano.

De los casos seleccionados para este libro conocía de antemano tres, el anteriormente citado de la masacre en Columbine, el asesinato del Presidente Kennedy en Dallas y la muerte de cuatro protestantes en la Universidad Estatal de Kent a manos de la Guardia Nacional durante unas protestas por la guerra de Vietnam.

Quizá el caso que más me gustó fue el del asesinato de Kennedy. Siempre me ha fascinado ese magnicidio y las diversas teorías de la conspiración que de allí salieron, especialmente tras el asesinato del primer arrestado, Harry Lee Oswald, a los pocos días mientras era trasladado por la policía. Aquí, Albert Merriman Smith, corresponsal en la Casa Blanca para la agencia United Press es testigo presencial del asesinato, pues viajaba en la caravana presidencial a apenas doscientos metros de la limusina que transportaba por las calles de Dallas al Presidente y la Primera Dama junto con el gobernador de Texas y su esposa. Como dice en el reportaje, se oyeron tres disparos y después vio un atisbo de rosa (en referencia a Jackeline Kennedy, que lucía un vestido rosa aquel día y que se incorporó hacia atrás en la limusina levantándose de su asiento tras producirse los disparos). Desde aquel momento la tensión que transmite en su narración, a pesar de que todos sabemos el desenlace, es máxima. En ese momento Merriman iba en el asiento del copiloto, el más cercano al teléfono que permitía al coche de prensa comunicarse con el exterior. El periodista le ganó la partida a su colega de la Associated Press, fingiendo no conseguir comunicación con el exterior durante todo el trayecto (el coche de prensa persiguió a la limusina presidencial hasta que esta llegó al Parkland Hospital de Dallas) y de esta manera evitando que este pudiera transmitir la noticia, consiguiendo la primicia para su agencia. Posteriormente el propio Merriman fue testigo, a bordo del Air Force One, del juramento de Lyndon B. Johnson como nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Lo dicho, tensión en estado puro.



Johnson jurando su cargo a bordo del Air Force One

El primero de los casos, el asesinato en el South Side de Chicago del adolescente Robert Franks a manos de los jóvenes Loeb y Leopold (siendo los tres hijos de adinerados empresarios de la ciudad) me parece una joya irrepetible. El caso, pareciera salido de un juego de rol, es descubierto gracias al tesón de dos plumillas del Chicago Daily News recién salidos de la Universidad. A pesar de los primeros avances fruto de su trabajo, el periódico encargó la noticia a sus mejores reporteros. A pesar de este varapalo ellos siguieron tirando de la madeja en sus ratos libres, llegando a entrevistaste con uno de los asesinos y descubriendo la prueba definitiva del caso: la máquina de escribir usada para redactar la nota de petición de rescate.

La Guardia Nacional toma posiciones en el campus de la Universidad Estatal de Kent

Los casos de la Universidad de Kent o la matanza de Columbine, así como el caso del “hombre de la montaña” (un francotirador que sembró el terror durante varios años a los habitantes de un condado de Pennsylvania y cuyos artículos me recuerdan mucho a Twin Peaks por diversos motivos: el paisaje, la llegada de ayuda externa con la presencia del FBI o el clima de desconfianza que se genera entre los habitantes del pueblo donde todos se preguntan si su vecino será el francotirador) también me gustaron mucho. Los periodistas del Denver Post que se ocuparon de la masacre en Columbine lo hicieron con un profesionalismo, una amplitud de miras y una seriedad que, en mi opinión, dejan al documental de Moore a los pies de los caballos. Desde la narración de los sucesos casi en primera persona, la profundización en la personalidad de los verdugos o la tensión de los padres que buscaban a sus hijos, todo ello sin caer en el sensacionalismo propio de este tipo de incidentes. Al menos propio de la prensa de aquí.

domingo, 1 de enero de 2012

New Year's Resolutions...

...no, no voy a publicar las mías, pero aquí están las de Woody Guthrie para el año 1942. ¡Qué documento!
  
Me parece que hay que pinchar en la imagen para poder leerla.

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