El pasado verano pasé unos días de vacaciones en Bélgica. Conforme preparaba cosas del viaje - qué ver, dónde alojarse, etc. - iba encontrando sitios cercanos, relacionados con diversas batallas históricas, que me llamaban la atención . Al final, ver ciudades como Bruselas, Brujas o Gante no dejaba tiempo para más, así que habrá que esperar a otra ocasión para visitar Bastogne, Waterloo, los puentes sobre el Rhin objetivo de la Operación Market Garden o el cementerio luxemburgués de Ham donde se encuentra enterrado Patton.
Hace unos días estuve en Londres y me volví a acordar de Bélgica porque todo el mundo llevaba una amapola de papel en la solapa del traje o en el abrigo, los taxistas la lucían en sus coches y los períodicos llevaban la amapola en su cabecera. Se podían adquirir - a cambio de un donativo - en tiendas, empresas o estaciones de tren. Yo mismo me agencié una. Todo Londres, toda Inglaterra y, probablemente, todo el mundo anglosajón, estaba dominado por el Poppy Appeal. La razón: Remembrance Day. Es decir, el día en el que se recuerda a los combatientes en la Primera Guerra Mundial, cuyo armisticio se firmó el 11 de Noviembre de 1918.
No sé mucho de la Primera Guerra Mundial (los libros y la televisión me hicieron profundizar más en la Segunda). Puedo identificar a los bandos, el comienzo del conflicto, las razones del mismo y, simplemente, me suenan el nombre de algunas batallas importantes: Verdún, Somme, Gallipolí y la batalla naval del mar de Jutlandía, por nombrar las que se me vienen ahora mismo a la cabeza (alguna gorda me dejaré).
Pero si ha habido algo que verdaderamente me ha llamado la atención de ese conflicto ha sido la ceremonia que, prácticamente sin interrupción desde poco después de acabar la guerra, se desarrolla en la ciudad flamenca de Yprés diariamente (a las 20:00 horas) para honrar a los fallecidos allí (Yprés, por su importancia estratégica, vivió tres batallas importantes).
Yprés me llevó a ver la película canadiense Passchendaele, de 2008. La peli, ni fu ni fa. Me ha pasado igual que con Pearl Harbour, es más una historia de amor que otra cosa. Comienza y termina con escenas de combate (muy fantasmas las finales) que muestran las pésimas condiciones que había en las trincheras y el relleno es la historia de un soldado canadiense que, de vuelta del frente, se enamora de una enfermera y se alista de nuevo. Bastante previsible.
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