Ya había hablado
antes de mi afición al fútbol americano. Lo cierto es que, por unas razones o por otras, he estado un poco desconectado en el último año y medio. Es duro, cuando tienes otras obligaciones y muchas otras cosas que te gustan – esto último es bueno, creo – dedicar tres horas a la semana a ver un partido, no digo ya el partido de tu equipo favorito. No quiero decir que no tenga tiempo, simplemente que tengo
otras prioridades. Y aunque he seguido leyendo más o menos con asiduidad los periódicos americanos para mantenerme al día, este 2010 no he hecho más que ver un solo partido de mi equipo favorito (que son los
Chicago Bears, por si no lo había comentado), un par de mitades de otros partidos (entre ellos el Detroit Lions – New England Patriots de Acción de Gracias), un partido en vivo en un estadio (sí, no todo iba a ser malo) y creo que nada más. Hace dos o tres años podría ver perfectamente cada semana al menos un partido universitario y otro profesional, incluso me llegaba a ver más de uno a la semana. Y obviamente no se me resistía ningún resumen.
Por si fuera poco, a la lista de inconvenientes se suma el hecho de que el día grande del fútbol americano – la Super Bowl – se celebra en Febrero, cuando uno generalmente está de exámenes. Vamos que, entre pitos y flautas, he visto sólo una Super Bowl completa como si fuera en directo (año 2008, los Patriots están imbatidos y juegan en Arizona contra New York, yo estoy en plenos exámenes de mi último año de carrera pero tengo un plan: me mato a estudiar la semana anterior y, como un asceta, evito todo contacto con el mundo online para poder ver una redifusión del partido al día siguiente…). Este año no he sido tan radical, pues el resultado del partido lo sé desde el lunes pasado, pero he evitado durante toda la semana leer nada acerca del mismo para poder disfrutar más del encuentro, aunque sea siete días más tarde. Hoy por la mañana se terminó de descargar el archivo: 2.84 megas (elegí calidad estándar porque tenía prisa…pero con un poco más de paciencia puedes tener verdaderas joyas en HD), 4 horas y 45 minutos (tenía ganas de vivir la experiencia yanqui en su plenitud, no me bastaba sólo con el partido, quiero el prepartido, los anuncios, el halftime show y el postpartido). Estaba todo dispuesto y ya sólo falta lo más fácil: sentarse frente a la pantalla y prepararse para la panzada que me esperaba.
Hay que reconocer que los americanos se venden bien. No tienen ni la décima parte de pasado que cualquier país europeo y, gracias a ellos, la mayoría de nosotros sabemos más de su historia que de la nuestra. Empiezo la velada con un vídeo donde Colin Powell y Roger Godell (este último es el comisionado – el presidente – de la liga profesional) comienzan hablando de la elaboración de la Declaración de Independencia. A continuación se intercalan cortes de jugadores presentes (Charles Woodson, Drew Brees, Donovan McNabb) y pasados (Jerry Rice, Anthony Muñoz) que posan junto a colectivos de la sociedad vinculados con los equipos en los que están o estuvieron (un instituto de Nueva Orleans, un conservatorio de música de Pittsburgh) leyendo la declaración. La cosa pinta bien.
Volvemos al partido. Troy Aikman dice unas cuantas obviedades: grandes defensas y grandes quarterbacks. Ya lo sabía. Entran los equipos al campo, para mi gusto la presentación es bastante light. Le toca el turno a Walter Payton. No a él, ya quisiéramos, si no a sus hijos, que presentan el premio que lleva el nombre de su padre al jugador que más se ha distinguido en sus actividades fuera del campo para conseguir un mundo mejor, o algo así. El galardonado este año es
Madieu Williams (
defensive back de los Minnesota Vikings). Primera ovación del estadio: el jugador no está presente pero deja un vídeo agradeciendo el premio grabado en el Golfo Pérsico, donde está visitando a las tropas. Posa con una camiseta de
Sweetness. Me empiezo a poner más nervioso. Y eso que ya sé el resultado. Podrían poner el partido en sábado y así no sería tan difícil trasnochar.
El Cowboys Stadium, escenario del partido, desde fuera...
...y desde dentro, con su espectacular pantalla de setenta metros de largo.
Una tal Michelle Lee canta
Glee, que debe ser una canción bastante patriótica, pues los jugadores están atentos y algunos se llevan la mano al pecho. Bush, el cuarenta y tres, está en el estadio. Viene el himno, me doy cuenta de que
Christina Aguilera tiene más plástico del necesario para una persona que rondará la treintena. Comienza, es
a capella, y en seguida me entra una duda…¿se me ha olvidado la letra del himno? Porque de algo estoy seguro, hay cosas que no me suenan. Me parece que ha titubeado al cantar una estrofa. Veo a dos jugadores que se miran. Acaba, pasan los cazas por encima del recinto (cubierto, así que la impresión que este vuelo suele tener es mucho menor aquí) y la cara de la chica es un poema. Sonrisa forzada. La ha
cagado. En fin, hasta el mejor escribano tiene un borrón, ¿no?
No hay tiempo para regodearse en las desgracias ajenas…ya está la clase de 2011 del Hall of Fame sobre el campo para asistir a la ceremonia del lanzamiento de moneda (¿veis como se venden bien?). Deion Sanders hace rugir al estadio por segunda vez, pero a mí el que me hace rugir es Richard Dent que por fin ha entrado en Canton (sede del Hall of Fame). Veinticinco años después de aquella Super Bowl, su jugador más valioso es recompensado por ello.
Comienza el partido y, no quiero chafar a nadie, pero me noto que no voy a poder aguantar cinco horas aquí sentado. He decidido pasar de los anuncios (aún así consigo ver alguno gracioso, como el de Doritos o el de Bridgestone). Troy Aikman tenía razón, las defensas son muy buenas y los ataques no consiguen empezar a carburar. De repente, Rashad Mendenhall enlaza dos carreras para más de veinticinco yardas (a este chico le conocía de su etapa universitaria, en Illinois). Por el otro lado, tras un par de pases caídos, Rodgers conecta con Nelson, no será la primera ver en toda la noche.
Enfocan al palco y podemos ver al matrimonio Bush junto a John Madden (sí, el del videojuego, que tendrá ochenta años y miedo a volar, pero está mandando un SMS con más soltura que yo), a sólo unos metros aparece Condoleeza Rice y atrás está Michael Douglas (que ha narrado un vídeo patriótico bastante bueno que me he olvidado de comentar y que pondré aquí abajo ahora) ya recuperado de su cáncer y su esposa. En otro palco vemos como Cameron Diaz le mete un nacho en la boca a Alex Rodriguez. En la parrilla (como también se conoce al rectángulo de juego), Starks comienza a mover las cadenas para los Steelers…y entonces Aaron Rodgers (AR12, siguiendo la moda de CR7) vuelve a encontrar a Nelson: 29 yardas y marcador inagurado, 7 – 0 para Green Bay. Viendo estoy aún las repeticiones de ese touchdown cuando, en la primera jugada desde la línea de scrimmage tras la anotación, Ben Roethlisberger es presionado y lanza de mala manera el ovoide, de tal forma que es interceptado por Nick Collins, que llega hasta la end zone y pone el 14 – 0 en el luminoso. Mala pinta tiene esto. A perro flaco todo se le vuelven pulgas. Roethlisberger (al que ahora llamaré Big Ben – que es su apodo – para no tener que comprobar si he escrito bien el apellido cada vez que lo cito) ha sido golpeado tras un pase y cojea ostensiblemente. No puede doblar la rodilla derecha. Pittsburgh no pide tiempo muerto. Hay que jugar el balón. ¡Pero era una farsa! Big Ben sale corriendo tras no encontrar a ningún receptor abierto y consigue el primer down y más. Se está entonando, realiza un par de pases buenos, pero peligrosos. Y cae otra intercepción. A poco que los receptores de Green Bay no se dejen caer los pases de Rodgers el partido va a finalizar antes del descanso. Pero voy a tener suerte: en prácticamente dos minutos Pittsburgh llega dos veces a la end zone y coloca el 21 - 10 en el marcador. Hay una distancia considerable aún pero, tal y como han ido las cosas, pueden estar muy contentos.
Llegamos al ansiado halftime show. El primero que recuerdo es de 2007, con Prince cantando el Purple Rain bajo la lluvia de Miami. Al año siguiente descubro a Tom Petty, con su American Girl y su I won’t back down. Luego Bruce Springsteen y The Who. Antes – en esta misma década – hubo tiempo para el Pezón-gate (Justin Timberlake y Janet Jackson) o para U2 y ese Where the streets have no name tras el 11-S.
Este año les toca a los
Black Eyed Peas. Mis expectativas son cero. No me gusta demasiado ese tipo de música, no digo que la aborrezca, pero no espero nada de este espectáculo. Otra vez los americanos, quién si no (¿los chinos?), mostrando al mundo como montar un concierto en mitad de un partido en menos de diez minutos. Empieza el show, y los cantantes salen desde el techo, esta vez los espectadores que están junto al escenario forman parte de la coreografía, moviéndose al hilo de la música. De pronto, emerge desde la plataforma Slash (¡sí!), de los
Guns n’ Roses, y los acordes del
Sweet Child of Mine retumban por el recinto. Valorando estas actuaciones como deben hacerse (no fijándose en lo que dicen las canciones – porque no dicen nada – ni en la voz de los cantantes – porque menudos gallos cuando no se pueden hacer arreglos en el estudio de grabación) creo que hay que darles un notable alto.
Fergie y Slash.
Habíamos dejado el partido con los Steelers envalentonados. Más aún cuando prácticamente al comenzar la segunda parte el juego de carrera fluye vertiginosamente y Mendenhall acorta distancias de nuevo. 21 – 17. It’s a one-score game, folks!
Y la grada vuelve a rugir, pero ahora es por Salvatore Giunta, el sargento al que le concedieron la Medalla de Honor el pasado diciembre (primer receptor vivo de dicha condecoración desde la Guerra de Vietnam) por un episodio que tuvo lugar durante su estancia en Afganistán. Intenté escribir una entrada sobre él pero no me salió nada suficientemente bueno (al menos lo que publico intento que lo sea). Pienso que se debe sentir como una fiera en un circo, pues no paran de mostrarlo en cualquier evento (ya apareció en el
Army-Navy game de hace un par de meses). Me preguntó que se le pasará por la cabeza y si se sentirá cómodo en su situación. Pero bueno, es un héroe.
Salvatore Giunta, al recibir la Medalla de Honor
Vuelvo al partido, que me pierdo. Como diría Bob Dylan, las cosas están cambiando. Ahora la defensa de Pittsburgh no deja maniobrar a Green Bay, y Big Ben está cada vez más cómodo. Se nota la ausencia de
Charles Woodson, que se ha lesionado el hombro justo antes del descanso. Hay que ver cómo cambia la situación cuando se modifica ligeramente algún aspecto del juego. Pittsburgh puede dar la vuelta al marcador en cualquier instante. Quedan menos de quince minutos y parece que Green Bay aún está en los vestuarios. Este tercer cuarto ha sido desastroso. Pero entonces aparece
Clay Matthews para forzar el fumble de Mendenhall y recobrar la posesión del balón. Y ahora Aaron Rodgers vuelve a soltar el brazo encontrando a sus receptores. Lleva tres pases de
touchdown. Ninguna intercepción. En este
drive consigue dos conversiones en tercer
down importantísimas. Si no fuese por los pases que se han dejado caer sus receptores podríamos estar hablando de una actuación comparable a las de Montana en este tipo de partidos. Están a punto de finiquitar el partido, pero no, la defensa de Pittsburgh limita los daños, forzando a Green Bay a intentar sólo un field goal. Y vuelven a la carga, Big Ben conecta con Wallace y en la conversión de dos puntos realiza el
pitch - ¿estamos viendo fútbol universitario? – para Randle El. Me acabo de dar cuenta de que esta última anotación de Pittsburgh fue en realidad antes del field goal de Green Bay. Perdonadme, pero llevo más de tres horas aquí sentado y empiezo a notar las consecuencias. Ya sólo quedan dos minutos, unas ochenta yardas, un solo tiempo muerto. Big Ben tiene el balón y los comentaristas se encargan de recordarnos que hace dos años, en una situación casi idéntica, Pittsburgh se llevó el partido ante Arizona. Sin embargo, este año es el de
Green Bay. Quizá el primero de muchos, otra nueva dinastía, como las de Aikman (hoy en la cabina de comentaristas), Montana o el mismo Bart Starr en la franquicia del estado de Wisconsin.
Aaron Rodgers completó un partido excepcional
Hasta aquí esta narración un tanto alocada de lo que se me ha pasado por la cabeza mientras veía este espectáculo que es la Super Bowl. Si alguno ha conseguido leerlo todo le felicito, porque a la longitud del artículo hay que sumar el nulo esfuerzo que he mostrado en intentar explicar el juego, por lo que entiendo que mis comentarios sobre jugadores o lances del partido habrán sonado a chino. Lo que me recuerda que tengo que preparar una entrada sobre por qué me gusta este deporte y dar ahí unas pinceladas sobre sus reglas básicas. Pero eso será más adelante. De momento, el espectáculo echa el cierre hasta Septiembre.