sábado, 26 de febrero de 2011

Concierto George Mileson

El sábado pasado estuve en el concierto que dio en Madrid George Mileson. En él se presentó su disco Leap of Faith, tributo a Bruce Springsteen y, aprovechando, se celebró también la convención del Stone Pony, el club de fans del cantante de Nueva Jersey en España.


El lugar era la Sala Silikona, en el barrio de Moratalaz (Plaza del Encuentro nº1), lo que, para que negarlo, me venía un poco a desmano. El metro no era la mejor opción, pues tenía que hacer tres cambios de línea, así que tuve que ir en coche. Al final, no hubo problemas para aparcar – no hay nada que me estrese más que conducir por Madrid – y lo dejé a escasos cincuenta metros del lugar del concierto.
El programa de la velada era el siguiente: las puertas se abrían a eso de las ocho, a las ocho y media comenzaba la proyección del documental The Promise: The Making of Darkness on the Edge of Town (que yo ya había visto hace un mes cuando me compré la correspondiente caja) para finalizar a las diez con el show de George Mileson, en el que iba a interpretar el disco Darkness en su integridad.

Al evento acudo sólo y prefiero ver el fútbol en los televisores del local (Real Madrid – Levante) que el documental en la pantalla gigante. Se me pasa el tiempo relativamente rápido y cuando me doy cuenta son las diez en punto. Cinco minutos más tarde los músicos ya están sobre el escenario (hay una guitarra, un bajo, una batería, unos teclados y un saxofón) y sólo falta el cantante (también toca la guitarra y la armónica). Sobre las diez y diez comienza a sonar la música y se despeja una de mis dudas. Como dije antes, en los carteles del concierto sólo se decía que se iba a interpretar el disco Darkness en su integridad, por lo que tenía el temor de que, efectivamente sólo se tocase ese disco y no otras canciones (con lo cual el concierto duraría apenas una hora…bastante poco para mi sed de música springsteeniana). Prosigo. Comenzamos muy fuertes con Radio Nowhere, de manera que todos (unas cien o ciento cincuenta personas, de edad media rondando la cincuentena…con algunas excepciones) entramos en calor enseguida.

Tras este abrir de boca, ahora sí, le toca el turno a Darkness. Poco a poco se van sucediendo todas las canciones de aquel disco ahora reeditado. ¡Por fin escucho Badlands en directo! Me decepciona un poco pero, claro, estoy acostumbrado a los vídeos de youtube donde esta canción retumba ante decenas de miles de personas, y eso se nota aquí, ante un aforo tan reducido. Antes de comprarme la caja con este disco simplemente conocía dos o tres canciones, de ahí que observe con envidia (e incredulidad) como el resto del personal se sabe de memoria las letras, yo a lo máximo que alcanzo es a tararear los estribillos. Llega Candy’s Room y el final sale un poco mal…menos mal que el público está entregado y se le perdona todo al cantante. Prove it all night contiene el magnífico sólo de guitarra de Bruce – salvando las distancias – que consigue el inmediato indulto al artista. A continuación suena The Promised Land, para mí, la canción mejor interpretada de toda la noche. La interpretación de la canción que da título al álbum, desgarradora, es también muy buena.



La banda se va y pienso que ahora harán el paripé de volver al escenario y tocar dos o tres canciones más para irse for good. Qué va, George Mileson se encarga de decir que ha acabado la primera parte del concierto (y ya llevamos justo una hora). Durante los próximos veinte minutos tocará él sólo la parte acústica del mismo. Suenan Leap of Faith (o Reason to Believe, ya no lo sé con seguridad…ambas sonaron pero no sé en qué momento. En cualquier caso, fueron las dos un descubrimiento para mi), el Can’t Help Falling in Love de Elvis, Pay me my Money Down (momento country) y Thanks (una canción de George dedicada a Bruce).

La banda vuelve y la actuación sube un escalón. Le toca el turno a los clásicos. Hasta ahora, han sonado simplemente temazos. No me acuerdo del orden exacto, pero el carrusel contuvo el Waitin’ on a sunny Day, The River, Hungry Heart (con el público entregado cantando – ahora yo también – la primera estrofa como hace Bruce en los conciertos), Tougher than the Rest (medio improvisada en los últimos dos días, según contaron), Cadillac Ranch, Thunder Road (mi canción preferida), Born to Run (excelente versión), No Surrender (¡qué decir! Un himno) o Dancing in the Dark. Ya han pasado las doce de la noche y los músicos llevan más de dos horas en el escenario. Es hora de acabar, y lo hacemos con Rosalita. ¡Fue increíble!

Salí muy, muy contento del concierto (lo que no es fácil) y con ganas de volver a asistir a uno. El próximo concierto será el 29 de abril en Barcelona pero esperaré a que vuelva a Madrid, ya que dijo que “muy prontito” iba a venir de nuevo, esta vez a tocar íntegro el disco Born to Run. Así que habrá que esperar a ello a falta del producto original (hay rumores de nuevo disco del Boss y gira con la banda para el año 2012 y, atención a esto, posible gira acustica de Bruce este mismo año). Dejo aquí la mejor canción de la noche, ahora interpretada por su artista original.

martes, 22 de febrero de 2011

sábado, 19 de febrero de 2011

Autokratie


Ayer viernes vi La Ola, una película alemana del año 2008 basada en el experimento “La Tercera Ola”, que fue llevado a cabo en un instituto de California en la década de los sesenta. El objeto de dicho proyecto era mostrar el peligro de que movimientos totalitarios pudiesen nacer de nuevo en el seno de sociedades libres y democráticas.

En la película, un profesor de un instituto alemán tiene que dar un curso de una semana sobre Autocracia. Sus métodos no son muy ortodoxos y, ya desde el principio, busca la reflexión y la participación activa de sus alumnos. Todos ellos niegan la posibilidad de que un movimiento autoritario pueda enraizar en su sociedad. El profesor, provocativo, inicia un experimento: a partir de ese momento, durante toda la semana, en su clase se actuará conforme a las reglas del movimiento que acaba de crear y del que es líder. Al principio son aspectos muy sencillos: tratar de usted al profesor, levantarse para hablar, sentarse erguido. Enseguida las cosas empeoran – uniforme, saludos, símbolos propios – y el experimento no tarda en sobrepasar el ámbito de la clase. 




El profesor Weigner (La Ola) no es tan diferente al Señor Keating

No contaré más sobre la historia, por si acaso. Pero es una película que da que pensar. ¿Sería posible que sucediese eso aquí y ahora? ¿Es posible que una mayoría aborregada sea cautiva de algún charlatán que aparezca de un día para otro? ¿O una minoría activa – pero igualmente equivocada – pueda provocar el mismo efecto? ¿Tengo yo razón o quizá esté desatinado?


En cualquier caso, sí tengo clara una cosa. Hemos sido criados para reconfortarnos en el calor de la masa, cualquier atisbo de iniciativa propia es visto con recelo por la sociedad, que espera ansiosa nuestro fracaso para burlarse, a ser posible a nuestras espaldas. En este contexto no es raro que mucha gente, aún siendo consciente de esto y teniendo muchas cosas que aportar (a ellos mismos, a sus amigos, a la sociedad), esté todavía hoy estática, inerme, temiendo el inevitable error y la desaprobación de quienes les rodean. ¡Qué fácil es hablar y qué difícil vencer ese miedo a actuar!

domingo, 13 de febrero de 2011

Super Bowl XLV

Ya había hablado antes de mi afición al fútbol americano. Lo cierto es que, por unas razones o por otras, he estado un poco desconectado en el último año y medio. Es duro, cuando tienes otras obligaciones y muchas otras cosas que te gustan – esto último es bueno, creo – dedicar tres horas a la semana a ver un partido, no digo ya el partido de tu equipo favorito. No quiero decir que no tenga tiempo, simplemente que tengo otras prioridades. Y aunque he seguido leyendo más o menos con asiduidad los periódicos americanos para mantenerme al día, este 2010 no he hecho más que ver un solo partido de mi equipo favorito  (que son los Chicago Bears, por si no lo había comentado), un par de mitades de otros partidos (entre ellos el Detroit Lions – New England Patriots de Acción de Gracias), un partido en vivo en un estadio (sí, no todo iba a ser malo) y creo que nada más. Hace dos o tres años podría ver perfectamente cada semana al menos un partido universitario y otro profesional, incluso me llegaba a ver más de uno a la semana. Y obviamente no se me resistía ningún resumen.

Por si fuera poco, a la lista de inconvenientes se suma el hecho de que el día grande del fútbol americano – la Super Bowl – se celebra en Febrero, cuando uno generalmente está de exámenes. Vamos que, entre pitos y flautas, he visto sólo una Super Bowl completa como si fuera en directo (año 2008, los Patriots están imbatidos y juegan en Arizona contra New York, yo estoy en plenos exámenes de mi último año de carrera pero tengo un plan: me mato a estudiar la semana anterior y, como un asceta, evito todo contacto con el mundo online para poder ver una redifusión del partido al día siguiente…). Este año no he sido tan radical, pues el resultado del partido lo sé desde el lunes pasado, pero he evitado durante toda la semana leer nada acerca del mismo para poder disfrutar más del encuentro, aunque sea siete días más tarde. Hoy por la mañana se terminó de descargar el archivo: 2.84 megas (elegí calidad estándar porque tenía prisa…pero con un poco más de paciencia puedes tener verdaderas joyas en HD), 4 horas y 45 minutos (tenía ganas de vivir la experiencia yanqui en su plenitud, no me bastaba sólo con el partido, quiero el prepartido, los anuncios, el halftime show y el postpartido). Estaba todo dispuesto y ya sólo falta lo más fácil: sentarse frente a la pantalla y prepararse para la panzada que me esperaba.

Hay que reconocer que los americanos se venden bien. No tienen ni la décima parte de pasado que cualquier país europeo y, gracias a ellos, la mayoría de nosotros sabemos más de su historia que de la nuestra. Empiezo la velada con un vídeo donde Colin Powell y Roger Godell (este último es el comisionado – el presidente – de la liga profesional) comienzan hablando de la elaboración de la Declaración de Independencia. A continuación se intercalan cortes de jugadores presentes (Charles Woodson, Drew Brees, Donovan McNabb) y pasados (Jerry Rice, Anthony Muñoz) que posan junto a colectivos de la sociedad vinculados con los equipos en los que están o estuvieron (un instituto de Nueva Orleans, un conservatorio de música de Pittsburgh) leyendo la declaración. La cosa pinta bien.

Volvemos al partido. Troy Aikman dice unas cuantas obviedades: grandes defensas y grandes quarterbacks. Ya lo sabía. Entran los equipos al campo, para mi gusto la presentación es bastante light. Le toca el turno a Walter Payton. No a él, ya quisiéramos, si no a sus hijos, que presentan el premio que lleva el nombre de su padre al jugador que más se ha distinguido en sus actividades fuera del campo para conseguir un mundo mejor, o algo así. El galardonado este año es Madieu Williams (defensive back de los Minnesota Vikings). Primera ovación del estadio: el jugador no está presente pero deja un vídeo agradeciendo el premio grabado en el Golfo Pérsico, donde está visitando a las tropas. Posa con una camiseta de Sweetness. Me empiezo a poner más nervioso. Y eso que ya sé el resultado. Podrían poner el partido en sábado y así no sería tan difícil trasnochar.

 El Cowboys Stadium, escenario del partido, desde fuera...
...y desde dentro, con su espectacular pantalla de setenta metros de largo.

Una tal Michelle Lee canta Glee, que debe ser una canción bastante patriótica, pues los jugadores están atentos y algunos se llevan la mano al pecho. Bush, el cuarenta y tres, está en el estadio. Viene el himno, me doy cuenta de que Christina Aguilera tiene más plástico del necesario para una persona que rondará la treintena. Comienza, es a capella, y en seguida me entra una duda…¿se me ha olvidado la letra del himno? Porque de algo estoy seguro, hay cosas que no me suenan. Me parece que ha titubeado al cantar una estrofa. Veo a dos jugadores que se miran. Acaba, pasan los cazas por encima del recinto (cubierto, así que la impresión que este vuelo suele tener es mucho menor aquí) y la cara de la chica es un poema. Sonrisa forzada. La ha cagado. En fin, hasta el mejor escribano tiene un borrón, ¿no?

No hay tiempo para regodearse en las desgracias ajenas…ya está la clase de 2011 del Hall of Fame sobre el campo para asistir a la ceremonia del lanzamiento de moneda (¿veis como se venden bien?). Deion Sanders hace rugir al estadio por segunda vez, pero a mí el que me hace rugir es Richard Dent que por fin ha entrado en Canton (sede del Hall of Fame). Veinticinco años después de aquella Super Bowl, su jugador más valioso es recompensado por ello. 

Comienza el partido y, no quiero chafar a nadie, pero me noto que no voy a poder aguantar cinco horas aquí sentado. He decidido pasar de los anuncios (aún así consigo ver alguno gracioso, como el de Doritos o el de Bridgestone). Troy Aikman tenía razón, las defensas son muy buenas y los ataques no consiguen empezar a carburar. De repente, Rashad Mendenhall enlaza dos carreras para más de veinticinco yardas (a este chico le conocía de su etapa universitaria, en Illinois). Por el otro lado, tras un par de pases caídos, Rodgers conecta con Nelson, no será la primera ver en toda la noche. 

Enfocan al palco y podemos ver al matrimonio Bush junto a John Madden (sí, el del videojuego, que tendrá ochenta años y miedo a volar, pero está mandando un SMS con más soltura que yo), a sólo unos metros aparece Condoleeza Rice y atrás está Michael Douglas (que ha narrado un vídeo patriótico bastante bueno que me he olvidado de comentar y que pondré aquí abajo ahora) ya recuperado de su cáncer y su esposa. En otro palco vemos como Cameron Diaz le mete un nacho en la boca a Alex Rodriguez. En la parrilla (como también se conoce al rectángulo de juego), Starks comienza a mover las cadenas para los Steelers…y entonces Aaron Rodgers (AR12, siguiendo la moda de CR7) vuelve a encontrar a Nelson: 29 yardas y marcador inagurado, 7 – 0 para Green Bay. Viendo estoy aún las repeticiones de ese touchdown cuando, en la primera jugada desde la línea de scrimmage tras la anotación, Ben Roethlisberger es presionado y lanza de mala manera el ovoide, de tal forma que es interceptado por Nick Collins, que llega hasta la end zone y pone el 14 – 0 en el luminoso. Mala pinta tiene esto. A perro flaco todo se le vuelven pulgas. Roethlisberger (al que ahora llamaré Big Ben – que es su apodo – para no tener que comprobar si he escrito bien el apellido cada vez que lo cito) ha sido golpeado tras un pase y cojea ostensiblemente. No puede doblar la rodilla derecha. Pittsburgh no pide tiempo muerto. Hay que jugar el balón. ¡Pero era una farsa! Big Ben sale corriendo tras no encontrar a ningún receptor abierto y consigue el primer down y más. Se está entonando, realiza un par de pases buenos, pero peligrosos. Y cae otra intercepción. A poco que los receptores de Green Bay no se dejen caer los pases de Rodgers el partido va a finalizar antes del descanso. Pero voy a tener suerte: en prácticamente dos minutos Pittsburgh llega dos veces a la end zone y coloca el 21 - 10 en el marcador. Hay una distancia considerable aún pero, tal y como han ido las cosas, pueden estar muy contentos.



Llegamos al ansiado halftime show. El primero que recuerdo es de 2007, con Prince cantando el Purple Rain bajo la lluvia de Miami. Al año siguiente descubro a Tom Petty, con su American Girl y su I won’t back down. Luego Bruce Springsteen y The Who. Antes – en esta misma década – hubo tiempo para el Pezón-gate (Justin Timberlake y Janet Jackson) o para U2 y ese Where the streets have no name tras el 11-S.

Este año les toca a los Black Eyed Peas. Mis expectativas son cero. No me gusta demasiado ese tipo de música, no digo que la aborrezca, pero no espero nada de este espectáculo. Otra vez los americanos, quién si no (¿los chinos?), mostrando al mundo como montar un concierto en mitad de un partido en menos de diez minutos. Empieza el show, y los cantantes salen desde el techo, esta vez los espectadores que están junto al escenario forman parte de la coreografía, moviéndose al hilo de la música. De pronto, emerge desde la plataforma Slash (¡sí!), de los Guns n’ Roses, y los acordes del Sweet Child of Mine retumban por el recinto. Valorando estas actuaciones como deben hacerse (no fijándose en lo que dicen las canciones – porque no dicen nada – ni en la voz de los cantantes – porque menudos gallos cuando no se pueden hacer arreglos en el estudio de grabación) creo que hay que darles un notable alto.

 Fergie y Slash.

Habíamos dejado el partido con los Steelers envalentonados. Más aún cuando prácticamente al comenzar la segunda parte el juego de carrera fluye vertiginosamente y Mendenhall acorta distancias de nuevo. 21 – 17. It’s a one-score game, folks! 

Y la grada vuelve a rugir, pero ahora es por Salvatore Giunta, el sargento al que le concedieron la Medalla de Honor el pasado diciembre (primer receptor vivo de dicha condecoración desde la Guerra de Vietnam) por un episodio que tuvo lugar durante su estancia en Afganistán. Intenté escribir una entrada sobre él pero no me salió nada suficientemente bueno (al menos lo que publico intento que lo sea). Pienso que se debe sentir como una fiera en un circo, pues no paran de mostrarlo en cualquier evento (ya apareció en el Army-Navy game de hace un par de meses). Me preguntó que se le pasará por la cabeza y si se sentirá cómodo en su situación. Pero bueno, es un héroe. 

Salvatore Giunta, al recibir la Medalla de Honor


Vuelvo al partido, que me pierdo. Como diría Bob Dylan, las cosas están cambiando. Ahora la defensa de Pittsburgh no deja maniobrar a Green Bay, y Big Ben está cada vez más cómodo. Se nota la ausencia de Charles Woodson, que se ha lesionado el hombro justo antes del descanso. Hay que ver cómo cambia la situación cuando se modifica ligeramente algún aspecto del juego. Pittsburgh puede dar la vuelta al marcador en cualquier instante. Quedan menos de quince minutos y parece que Green Bay aún está en los vestuarios. Este tercer cuarto ha sido desastroso. Pero entonces aparece Clay Matthews para forzar el fumble de Mendenhall y recobrar la posesión del balón. Y ahora Aaron Rodgers vuelve a soltar el brazo encontrando a sus receptores. Lleva tres pases de touchdown. Ninguna intercepción. En este drive consigue dos conversiones en tercer down importantísimas. Si no fuese por los pases que se han dejado caer sus receptores podríamos estar hablando de una actuación comparable a las de Montana en este tipo de partidos. Están a punto de finiquitar el partido, pero no, la defensa de Pittsburgh limita los daños, forzando a Green Bay a intentar sólo un field goal. Y vuelven a la carga, Big Ben conecta con Wallace y en la conversión de dos puntos realiza el pitch - ¿estamos viendo fútbol universitario? – para Randle El. Me acabo de dar cuenta de que esta última anotación de Pittsburgh fue en realidad antes del field goal de Green Bay. Perdonadme, pero llevo más de tres horas aquí sentado y empiezo a notar las consecuencias. Ya sólo quedan dos minutos, unas ochenta yardas, un solo tiempo muerto. Big Ben tiene el balón y los comentaristas se encargan de recordarnos que hace dos años, en una situación casi idéntica, Pittsburgh se llevó el partido ante Arizona. Sin embargo, este año es el de Green Bay. Quizá el primero de muchos, otra nueva dinastía, como las de Aikman (hoy en la cabina de comentaristas), Montana o el mismo Bart Starr en la franquicia del estado de Wisconsin.

 Aaron Rodgers completó un partido excepcional

Hasta aquí esta narración un tanto alocada de lo que se me ha pasado por la cabeza mientras veía este espectáculo que es la Super Bowl. Si alguno ha conseguido leerlo todo le felicito, porque a la longitud del artículo hay que sumar el nulo esfuerzo que he mostrado en intentar explicar el juego, por lo que entiendo que mis comentarios sobre jugadores o lances del partido habrán sonado a chino. Lo que me recuerda que tengo que preparar una entrada sobre por qué me gusta este deporte y dar ahí unas pinceladas sobre sus reglas básicas. Pero eso será más adelante. De momento, el espectáculo echa el cierre hasta Septiembre. 

domingo, 6 de febrero de 2011

Momentos estelares de la humanidad

Creo que podría definir mi vida con tres o cuatro pinceladas. Esas pinceladas, experiencias,  decisiones, acontecimientos, momentos determinan lo que soy ahora y, con alguna otra pincelada más (¡espero!), en lo que me convertiré. Esos momentos, inesperados, fruto de la casualidad, han ido moldeando mi vida. A veces un simple hecho ha condicionado mi comportamiento durante años y otras veces ha sido justo al contrario: temporadas de trabajo gris, que pareciera sin sentido, han cristalizado en algún acontecimiento importante que provocaba un cambio fundamental en lo que estaba haciendo. No sé si al resto del mundo le pasa igual, pero yo tengo está sensación y así lo cuento.
 
E igual que me pasa a mi también le pasa a la Historia. Dice Stefan Zweig cuando comienza el libro al que da título esta entrada que la Historia tiene estos momentos estelares, concretos, efímeros, que marcan el discurrir de los acontecimientos desde ese preciso instante en adelante durante mucho tiempo. Se trata, en definitiva, de estrellas que sobresalen en la vida por otra parte aburrida de los pueblos durante años y décadas.
 
En este libro, cuyo subtítulo es Catorce miniaturas históricas, el escritor austriaco se dedica a diseccionar catorce momentos estelares que él ha elegido - hay más, por supuesto - y que han tenido una importancia indubitada en la configuración de la humanidad. Esos momentos tienen varios rasgos en común: la casualidad (en la toma de Constantinopla o en la batalla de Waterloo), el espíritu emprendedor (la conquista del Polo Sur o la implantación del telégrafo en el océano Atlántico conectando así los Estados Unidos con el continente europeo), la mezquindad del ser humano (el asesinato de Cicerón o el abandono de Europa a Constantinopla ante la amenaza otomana), la incapacidad del hombre para colaborar entre sí (el fracaso de Wilson a la hora de alcanzar una paz del futuro en el Tratado de Versalles,  bien es cierto que también hay en este mismo libro muchos ejemplos de justo lo contario, pero el haber descubierto esta cita justo hoy creo que me ha hecho resaltar este aspecto aquí), la injusticia más flagrante (J.A. Suter y el descubrimiento de El Dorado) o las paradojas más evidentes (el militar no revolucionario que compone, prácticamente en dos destellos, La Marsellesa, o la vuelta a Rusia de Lenin a través de Alemania, al estallar la revolución)
 
Sweig fotografía estos momentos y se recrea en los detalles, en las circunstancias que rodean a los personajes y que quizá sirvan para explicar el rumbo que tomará la Historia una vez terminen los mismos. Gustándome como me gusta la Historia - creo firmemente que somos el resultado de nuestro pasado, y cuando más ignoremos del mismo más mediocre será nuestro comportamiento - me parece un libro entretenido, aunque se presupone que el lector conoce los hechos que se están narrando, cosa que en mi caso no es verdad (gracias, sistema educativo español!). Pero bueno, si algo tiene la Historia, es que no cuesta nada aprenderla.

Y, si bien no es un momento estelar de la humanidad (o quizá sí), esta noche se juega la Superbowl, el partido que pone punto y final hasta Septiembre a la liga profesionial de fútbol americano en Estados Unidos. Así que: Go Steelers!

 
 
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