Ayer viernes vi “La Ola”, una película alemana del año 2008 basada en el experimento “La Tercera Ola”, que fue llevado a cabo en un instituto de California en la década de los sesenta. El objeto de dicho proyecto era mostrar el peligro de que movimientos totalitarios pudiesen nacer de nuevo en el seno de sociedades libres y democráticas.
En la película, un profesor de un instituto alemán tiene que dar un curso de una semana sobre Autocracia. Sus métodos no son muy ortodoxos y, ya desde el principio, busca la reflexión y la participación activa de sus alumnos. Todos ellos niegan la posibilidad de que un movimiento autoritario pueda enraizar en su sociedad. El profesor, provocativo, inicia un experimento: a partir de ese momento, durante toda la semana, en su clase se actuará conforme a las reglas del movimiento que acaba de crear y del que es líder. Al principio son aspectos muy sencillos: tratar de usted al profesor, levantarse para hablar, sentarse erguido. Enseguida las cosas empeoran – uniforme, saludos, símbolos propios – y el experimento no tarda en sobrepasar el ámbito de la clase.
El profesor Weigner (La Ola) no es tan diferente al Señor Keating
No contaré más sobre la historia, por si acaso. Pero es una película que da que pensar. ¿Sería posible que sucediese eso aquí y ahora? ¿Es posible que una mayoría aborregada sea cautiva de algún charlatán que aparezca de un día para otro? ¿O una minoría activa – pero igualmente equivocada – pueda provocar el mismo efecto? ¿Tengo yo razón o quizá esté desatinado?
En cualquier caso, sí tengo clara una cosa. Hemos sido criados para reconfortarnos en el calor de la masa, cualquier atisbo de iniciativa propia es visto con recelo por la sociedad, que espera ansiosa nuestro fracaso para burlarse, a ser posible a nuestras espaldas. En este contexto no es raro que mucha gente, aún siendo consciente de esto y teniendo muchas cosas que aportar (a ellos mismos, a sus amigos, a la sociedad), esté todavía hoy estática, inerme, temiendo el inevitable error y la desaprobación de quienes les rodean. ¡Qué fácil es hablar y qué difícil vencer ese miedo a actuar!
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