miércoles, 30 de marzo de 2011

The Wire


If a tree doesn't bend, it breaks. But if it bends too much, it's already broken Cedric Daniels

Este último fin de semana di la puntilla a The Wire con los últimos cinco capítulos. La sensación de vacío que tengo ahora no la había experimentado casi nunca, creo.  Quiero escribir sobre esta serie pero la verdad es que no sé cómo hacerlo.



Empecé a verla un día de Marzo de 2009, me acuerdo. Vi el primer capítulo de manera online…y ahí lo dejé. El capítulo estaba bien, pero no te dejaba con la intriga propia de otras series. Supongo que aparqué el proyecto a esperas de mejor ocasión. Creo que la primera temporada la vi a principios del año pasado. Y me gustó. Dejé pasar el tiempo y creo que la segunda temporada la comencé a ver en el verano. Paré a los dos o tres capítulos y lo retomé a final de año. Ahí ya sabía que iba a ver esta serie hasta el final. Sólo tenía que dejar pasar un tiempo prudencial entre temporada y temporada porque, una vez empiezas, no hay forma de parar hasta ver la temporada entera. Y, repito, esta serie no está concebida para provocar al espectador la intriga de, por ejemplo, Prison Break. Las tres últimas temporadas (unos diez o doce capítulos de una hora de duración cada uno) las he visto en lo que llevamos de 2011.

Vaya, dos párrafos y aún no sé cómo voy a escribir lo que quiero escribir. Lo primero que quiero decir, por si alguien lee esto, es que si va a ver la serie que lo haga con subtítulos al menos. Hace ya algunos años que deje de ver televisión y todo lo que veo, ya sea cine o series, es en versión original. Creo que esto empezó precisamente con Prison Break. Así que primero fue con subtítulos en español, luego en inglés y finalmente, en parte porque yo lo valgo y en parte por vaguería, sin subtítulos. A pelo. Pues bien, con The Wire no hagáis esto, niños. A no ser que me sorprendáis y estéis muy duchos en el slang de West Baltimore, creo que es bastante probable que no tengáis el oído acostumbrado al lenguaje habitual del narcotraficante Baltimoriano. Las dos últimas temporadas las he visto con subtítulos y he de decir que el aprovechamiento de la serie ha sido mucho mayor.

Bueno, vamos al grano. La serie está compuesta de cinco temporadas de unos diez capítulos cada uno de una hora de duración. Está ambientada en la ciudad de Baltimore y, si bien cada temporada tiene un foco especial en algún grupo o alguna característica de la ciudad, creo que puedo decir que gira en torno a la policía de la ciudad, el negocio de la droga y la actuación de los políticos. La segunda temporada se centra más en la vida en el puerto, la tercera en las cañerías del poder, en la cuarta se ve el problema de las drogas desde los colegios y en la quinta adquiere protagonismo los medios de comunicación, en concreto los conflictos que se viven en el diario Baltimore Sun, que no pasa por sus mejores momentos y en el que los despidos son habituales, donde se observa una lucha entre periodistas que no dudan en mantener la honestidad y otros que se lanzan a la búsqueda de la publicidad sacrificando la veracidad de sus historias.

Voy a intentar no profundizar mucho en las tramas de cada temporada, para no fastidiar a alguno que piense verla (y que esté leyendo esto). Lo que me gusta de la serie y lo que creo que la diferencia del resto de las series de televisión es su capacidad por captar la realidad. Es una serie en gran parte policiaca pero no queda dentro de los esquemas tradicionales de crimen+investigación+resolución, típico de otros productos (me estoy acordando ahora de CSI, por ejemplo). Aquí hay que sentarse tranquilamente, empezar a ver la serie, dejar que las tramas se vayan desarrollando. Las cosas pasarán cuando tengan que pasar, así que podemos estar una hora viendo un capítulo y que no transcurra “nada”, aunque esto no es del todo cierto. Pero bueno, la vida es así, ¿no? Hay que esperar durante mucho tiempo para que pasen cosas importantes.

Otro ejemplo de la realidad que impregna esta serie lo encontramos en sus personajes y sus historias. Aquí los policías se emborrachan por la noche, se equivocan, llegan tarde cuando hay un crimen, etc. La perfección no existe. El señor de la droga de Baltimore va a la Universidad por la noche y lee a Adam Smith. El personaje preferido de Barack Obama es Omar Little, una especie de Robin Hood de Baltimore. Un hombre que se dedica a robar a camellos y narcotraficantes como medio de vida. Y es homosexual. 

Yo! Omar's comin' yo!

El personaje que quizá mejor resume la serie es el detective Jimmy McNulty. Pasa las noches borracho con su compañero de andanzas Bunk ya sea en el bar irlandés de policías en el que se reúnen o en las vías del tren. Durante el día, cuando no está discutiendo las órdenes de sus superiores y a veces con sus compañeros, se dedica a resolver casos, para lo que tiene un talento indiscutible. Talento que no disfraza su incapacidad para mantener una relación más allá de un par de horas. Tiene una especie de aire de superioridad o de sensación de que todo el mundo está contra él que le hace vulnerable.

 Jimmy McNulty

Me gustaría resaltar también la valentía de los temas tratados. Ya en el primer capítulo Carver y Herc aparecen discutiendo sobre lo que están haciendo dejan bien claro que no vamos a ver una serie llena de clichés: 




Este tema es prácticamente una constante a lo largo de toda la serie. En un capítulo un simple camello se pregunta por qué les persigue la policía. Discute con un compañero si es por las muertes (violentas) que vienen aparejadas al tráfico de drogas. Concluyen que ellos no son  sino empresarios y desean que la policía les deje en paz y no les moleste mientras están trabajando.

Más adelante, es el Mayor Colvin, jefe de un distrito policial, el que le echa valor y, antes las necesidades de disminuir la tasa de criminalidad (estamos en campaña electoral), decide legalizar de facto el tráfico de drogas (ver el capítulo Hamsterdam y siguientes) en unas determinadas zonas de su distrito. El resultado es que el resto del barrio recobra la vida, la gente sale a las calles, los niños pueden jugar y los vecinos se ocupan de adecentar su trozo de vía pública.

No me quiero extender mucho más para que esto no se convierta en un ladrillo infumable. Sólo comentar que también me parece original la utilización que hacen de la música. Salvo en los montajes de final de temporada (y en la canción de los créditos iniciales, que se trata de “Way Down In The Hole” de Tom Waits interpretada por diferentes cantantes en cada temporada) la música siempre aparece dentro de la escena: bien sea un personaje que la tararea, una radio de un coche o la televisión. Me parece que son detalles muy bien cuidados.


Al detective Roland "Prez" Pryzbylewski le gusta Johhny Cash

Bueno, pues eso, a ver la serie.

domingo, 27 de marzo de 2011

Jack & Diane - John Mellencamp

Esto es Heartland Rock. Este verano se pasa por Europa (que no por España, lamentablemente). Berlín, Manchester y Londres me pillan bien. Quizá sea Manchester la elegida (por aquello de que no conozco la ciudad). Aunque el tío se haya pasado con el bótox:

sábado, 19 de marzo de 2011

Media Maratón Universitaria 2011

El último domingo corrí la Media Maratón Universitaria, que celebraba su trigésima edición por las calles de la ciudad universitaria de Madrid. Se trataba de la tercera carrera que corría en el último año (de hecho, desde la edición del año 2010 sólo había disputado la San Silvestre) y espero correr alguna más antes de la disputa de la próxima edición.

¡Y es que esta carrera me encanta! No transcurre por el centro de Madrid, no hay gente animando (al menos, no más de la habitual en cualquier otra carrera que se dispute por la capital a las nueve de la mañana de un domingo) y, en absoluto, se trata de un recorrido sencillo. 

 Campo de Rugby junto a la meta

Algo debe tener para dejarme con buen sabor de boca los dos años que la he corrido. En primer lugar, se trata de una carrera para todos los públicos. Me explico: al circuito (indicado más abajo) que tiene una longitud de siete kilómetros, se le dan tres vueltas, pudiendo el corredor entrar en meta en cualquier de ellas. De ahí que sea un carrera idónea para aquellos que están empezando a correr y que ven los 10 kilómetros (distancia estándar de la mayoría de las carreras populares) como “palabras mayores”, para aquellos que, por el contrario, no tienen la capacidad suficiente para correr una media maratón pero que se quedan con ganas tras correr 10 kilómetros (mi caso) y, por último, los 21 kilómetros (bien medida) es una prueba adecuada para la maratón madrileña de dentro de sólo unas semanas.

Pues bien, alrededor de cuatro mil corredores nos dimos cita el pasado domingo en la Glorieta del Cardenal Cisneros, dispuestos a correr más o menos metros, a mayor o menor intensidad, según la voluntad de cada uno. A mí me divierten estas carreras, al principio (en los dos últimos años), lo consideraba más como un reto, intentaba ver cuál era mi límite (dadas mis posibilidades de entrenamiento) en una distancia tan clásica como los diez mil metros. El domingo tenía pensado correr 14 kilómetros (ya lo había hecho el año pasado) pero sin más aspiraciones. No tenía la base de entrenamiento necesaria (apenas había corrido un par de veces sesenta minutos en los últimos dos o tres meses) y, aunque no tenía dudas de que iba a acabar sin problemas, no quería emocionarme para no tener que arrepentirme luego. Pero seguiré con el recorrido de la carrera y luego ya hablamos de mis sensaciones y de cómo acabe. ¡Que ya digo que si acabé!

 Recorrido de la carrera

La salida se realiza desde dicha Glorieta – junto al Complejo Deportivo Sur - en dirección hacia el INEF. Allí se gira a la derecha hasta la parte de atrás de la Facultad de Periodismo. Los primeros dos o tres kilómetros son descendentes y el buen ambiente es la tónica habitual. Tras pasar Periodismo hay una cuesta de unos trescientos metros que interrumpe cualquier conversación que haya entre los corredores. La cuesta se suaviza pero el terreno es ascendente en el siguiente kilómetro y medio, más o menos. Pasamos por la Facultad de Biología y vamos rodeando el polideportivo Norte. Excepto policía, personal de la organización (excelente en todo momento, para mi experiencia) y algún familiar que ha acudido a animar, estamos solos. Otro pequeño repecho mientras rodeamos Farmacia y nos dirigimos, por la parte de atrás, hacía Medicina y ya afrontamos los últimos dos kilómetros de esta primera vuelta. Llegando de nuevo a la Glorieta del Cardenal Cisneros se encuentra el punto de avituallamiento. Es la primera vez que tomo avituallamiento en vaso (siempre hay botellas y ahí me manejo razonablemente bien para echar algún trago). Descubro que tengo que practicar mucho el avituallamiento en vaso si quiero triunfar en el Maratón de Nueva York, jaja, porque soy prácticamente incapaz de beber algo.

Toda la carrera la estoy haciendo a ritmo de 6:10 el kilómetro, quizá algo más lento de lo que puedo pero mi intención es acabar las dos vueltas, no hacer tiempo. El año pasado paré el reloj en una hora y dieciséis minutos (y yendo bastante tranquilo) y sé que este año no voy a poder acercarme a esos números. Los últimos trescientos metros son nuevamente de subida hacía el polideportivo sur y a mí se me hacen un poco agobiantes. Consigo coger una botella de agua y me dispongo a dar la segunda y última vuelta al recorrido. Volvemos a bajar pero ya no hay tantos gritos como la primera vez que pasamos por esas calles. Mi objetivo es llegar a las inmediaciones de Farmacia & Medicina sin sufrir (¡que no quiero sufrir, vaya!) y lo hago sin bajar el ritmo de la primera vuelta, de hecho creo que voy un pelín más rápido. Mis sensaciones son mejores, me noto menos agarrotado de piernas, casi con ganas de dar una tercera vuelta, aunque no voy a hacer locuras que tenemos que trabajar al día siguiente. Algún día correré veintiún kilómetros (¿y una maratón!) pero, como dijo Vito Corleone, ese día puede que no llegue nunca, así que de momento me centro en disfrutar estos últimos metros. Voy por el kilómetro doce o trece y no tengo ganas de parar, pareciera que podría correr todo el día.

Vuelvo a pasar por el avituallamiento y, esta vez, decido que es mejor pasarme que quedarme corto. Como resultado creo que he ingerido más Gatorade por la nariz que por la boca, menos mal que hay una baja en la que puedo recuperar el resuello. La última cuesta se me hace interminable y entro al polideportivo (Tercera vuelta recto, meta a la derecha, no paran de repetirme por megafonía). Quedarán doscientos o trescientos metros, la pista de ceniza del polideportivo es el final perfecto para toda carrera, un pequeño acelerón final y ya está. Catorce kilómetros en una hora y veinticinco minutos. Hace veinte minutos que ha llegado el primero en correr los veintiún kilómetros, pero esa no es mi liga. Too good.
 
El domingo por la tarde tuve un ligero dolor en la cara exterior de las rodillas, que desapareció enseguida. Lunes y martes tenía agujetas moderadas, nada con lo que no se pueda vivir, jaja. Se me cargó un poco el gemelo derecho pero ya no noto nada. En definitiva, una muy buena experiencia que me anima a continuar corriendo en estos próximos meses de primavera.

domingo, 6 de marzo de 2011

Season endings

Acabé ayer de ver la tercera temporada de The Wire y me veo casi obligado a poner aquí los últimos minutos del capítulo final. Son unos pocos minutos en el que nos cuentan qué pasa con todos los que me han tenido en vilo en las últimas trece horas una vez acabada la temporada. Me pareció muy bueno, incluso mejor que aquéllos finales de The West Wing y eso que siempre me encantó la selección musical que tenía aquella serie (especialmente para los finales de temporada) pero hay que reconocer que The Wire es incluso superior. Creo en parte que es porque The Wire es lo más parecido a la realidad que he visto nunca en televisión. No es una serie "al uso". Pero bueno, de eso ya hablaré cuando me ventile las dos temporadas que me quedan y que me temo que va a ser pronto (y digo me temo porque no pueden ser buenas las panzadas que me estoy metiendo a ver capítulos). Bueno, aquí van esos minutos, la canción es Fast Train en voz de Solomon Burke:


Como decía, The West Wing también trataba muy bien este tipo de finales. Dejo aquí el de la segunda temporada. Un día de perros, tras el funeral de la Señora Landingham (o como se escriba, pero la secretaría del presidente me encantaba, sobre todo cuando ofrecía caramelos a unos colaboradores del presidente y se los negaba a otros), el presidente se dirige a la prensa, puesto que se acaba de filtrar que tiene esclerosis múltiple y hay una pregunta en el aire: ¿buscará la reelección? La música es Brothers in Arms de los Dire Straits:



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