sábado, 8 de septiembre de 2012

I'm Not There (2007)




Viendo esa gran fuente de inspiración en la que se ha convertido la cartelera del cine Doré me he encontrado con I’m Not There, una película del año 2007 sobre el genio de Duluth, Bob Dylan. La ocasión la pintaban calva para acudir al cine – llevo casi un año sin ir, siendo mi última escapada también al Doré para ver, si no recuerdo mal, The Reader – pero entre unas cosas y otras me quedé en casa. No obstante, el interés en la cinta era verdadero y, prácticamente el mismo día de su proyección, cuando ya era evidente que no iba a desplazarme hasta allí, comencé a verla (es relativamente sencillo encontrar una copia en la red).

  

No sé muy bien en que genero encuadrarla. Supongo que lo más sencillo es decir que es una película biográfica sobre el cantautor norteamericano lo que, no siendo mentira, no termina de quedarse corto a la hora de describirla. Y es que Todd Haynes utiliza seis historias independientes para desarrollar diversos aspectos de la vida de Dylan. Algunos ya los conocía, otros los he descubierto justo después por casualidad y seguramente habrán pasado desapercibidos otros tantos. Gustándome la música de Dylan, no soy en absoluto un experto en su obra.

Como decía, la película es una película “coral” que cuenta con hasta seis protagonistas. Woody Guthrie es un niño negro que cruza el país viajando en trenes como polizón, acompañado siempre de una guitarra con la inscripción This machine kills fascists característica de su ídolo del mismo nombre al que, finalmente, consigue visitar antes de su muerte en un hospital de Nueva Jersey, habiendo iniciado su camino en la Minnesota natal de Dylan. La admiración por Guthrie que sentía Dylan (y tantos otros), como padrino del movimiento folk que eclosionó en los años sesenta del pasado siglo, queda patente en esta historia. 

En otro momento, el actor Ben Whishaw, es interrogado sobre el papel que juega el artista frente a la sociedad. Confieso que esta ha sido la parte de la película que menos he entendido, pero supongo que en algún momento de su vida Dylan habrá tenido algún conflicto relacionado con este punto. El personaje interpretado por Whishaw, al ser preguntado por su nombre, responde diciendo que se llama Artur Rimbaud, como el poeta.

Por su parte, Christian Bale es un cantante folk de éxito, llamado Jake Rollins, que no consigue aceptar su nueva posición en la sociedad. Su historia es contada a través de un documental en el que participa la actriz Julianne Moore, en una suerte de Joan Baez. Me hizo especial ilusión ver, dentro de este “documental”, como hacían entrevistas a jóvenes en el Greenwich Village de Nueva York – barrio que fue el epicentro del movimiento folk – y ver, al fondo, el mítico Gaslight Café, lugar en el que han actuado varios de los grandes de la música de todos los tiempos (desde Bill Cosby a José Feliciano, pasando por el propio Bob Dylan o Jimmi Hendrix…todo esto según informa Wikipedia, creo haber leído en algún otro sitio una lista más extensa y, si cabe, con aún más lustre) y que sirvió de inspiración al nombre de mi banda favorita: The Gaslight Anthem, de la que ya he escrito en alguna ocasión en estas páginas.


El punto fuerte, en mi opinión, llega con las historia de Heath Ledger y Cate Blanchett. Ledger es un actor que está grabando una película sobre la vida de Jake Rollins, el cantante folk interpretado al mismo tiempo por Christian Bale, que conoce a una artista francesa – papel que es interpretado por Charlotte Gainsbourg – cenando durante el rodaje de la película. El romance es instantáneo, evocándose en algunas escenas la portada del disco de 1963 The Freewheelin’ Bob Dylan (el único disco original que, de momento, tengo de Dylan). El matrimonio se rompe años después y comienza una turbia pelea por la custodia de las dos niñas que tuvieron (reflejo de los problemas que experimentó el propio Dylan durante el divorcio de su primera mujer). Blanchett encarna a Judy Quinn otro cantante folk que se atreve a utilizar una guitarra eléctrica para disgusto – siendo suaves - de sus seguidores durante el festival de música de Nueva Inglaterra (tal y como le sucedió a Dylan en 1965 durante el festival de Newport Beach). Posteriormente Quinn viaja a Londres donde tiene que soportar la evolución constante del público – llegando a ser tachado de Judas durante una actuación, a semejanza de lo que, de nuevo, le ocurrió a Dylan en Manchester – viendo finalmente como el reportero cultural de la BCC, Keenan Jones, realiza un reportaje nada amable de su figura, descubriendo al mundo sus orígenes de clase media.

Hay un fragmento en esta historia bastante psicodélico en el que Quinn aparece saltando y corriendo por un parque con The Beatles (bajo un humo sospechoso), con el poeta Allen Ginsberg mientras ambos van en diferentes coches por la ciudad y, finalmente, en una fiesta junto a Brian Jones (de los Rolling Stones) y algún otro personaje que se asemeja a Andy Warhol.

La película se cierra con Richard Gere interpretando a un viejo Billy el Niño (Bob Dylan actuó y se encargó de la banda sonora de la película del mismo nombre dirigida por Sam Peckinpah en 1973) que lucha, sin demasiado éxito contra la construcción de una autopista que amenaza con acabar con el condado de Riddle y con las personas que allí habitan. Finalmente, y con esto se cierra la película, Gere sube a un tren donde encuentra la guitarra que tocaba el pequeño Guthrie al comienzo del filme.
 

sábado, 7 de abril de 2012

Matar a un Ruiseñor (1962)

Tengo esto medio abandonado. Mezcla de vida ajetreada y pocas ganas de dedicar tiempo a escribir sobre cualquier cosa. Recuerdo que cuando empecé con este me autoimpuse la obligación de mantener el blog actualizado y de escribir cada semana aproximadamente. Menudo iluso.

Tampoco me he encontrado con nada interesante en estas semanas, al menos lo suficientemente interesante para que me llevase a escribir algo aquí. Todo tiene su lado bueno y esta sequía no iba a ser menos: me noto más benevolente con las chorradas que en forma de columna leo diaria o semanalmente en los periódicos. Debe ser duro aparentar que se sabe de todo y tener que escribir algo día sí y día también.

Pero un poco de desidia por mi parte también ha existido. No se explica, si no es por eso, cómo he podido obviar el vigésimo aniversario del fallecimiento de Juan Gómez, Juanito, o el trigésimo del inicio de la Guerra de las Malvinas (recordado hasta la saciedad en la prensa el fin de semana pasado: argentinos dictadores malos, Thatcher con unos cojones muy grandes, bla bla bla). En cualquier caso, para el tema de Juanito hay un reportaje de Informe Robinson (se puede ver en internet) muy bueno y para la Guerra de las Malvinas, pues hace unas semanas vi Iluminados por el Fuego, la película argentina que trata el conflicto desde la perspectiva de los veteranos que, a semejanza de la Guerra de Vietnam, vuelvan a casa tras la derrota encontrando sólo silencio y olvido a su paso. Es una buena película y mejor aún fue verla con subtítulos en inglés ya que de vez en cuando era incapaz de entender algunas expresiones porteñas.

La semana santa me ha dado algo de tiempo libre que entre otras cosas, como ordenar algunos asuntos o descubrir a Sam Cooke, me ha permitido ver Matar a un Ruiseñor, la película de 1962 protagonizada por Gregory Peck que está basada en la novela homónima de Harper Lee que, a su vez, fue galardonada con el premio Pulitzer.


Estamos en los años treinta, en el Sur de los Estados Unidos, y Atticus Finch (Peck) trabaja como abogado en un pequeño pueblo mientras se ocupa en exclusiva de sus hijos de seis y diez años en solitario al haber fallecido su madre hace ya algún tiempo. La vida transcurre relativamente apacible – los niños pasan el verano jugando en la calle e investigado la casa de unos vecinos enigmáticos – dentro de la pobreza general – un campesino paga en especio a Atticus una deuda derivada de la defensa que éste le proporcionó en un pleito pasado – hasta que el abogado decide aceptar la defensa de Tim Robinson, un negro acusado de haber apaleado y forzado a una muchacha blanca.

Desde el principio es evidente que se trata de un encargo de riesgo. Atticus tiene que enfrentarse a la incomprensión y, en algunos casos, a la violencia de sus vecinos, que no entienden no ya como es posible que ese ejemplo de moralidad que es el señor Finch haya no sólo decidido defender al acusado negro, si no ya dar algo de crédito a la versión de este. En la vista del juicio queda claro que el caso tiene demasiadas lagunas. A pesar del buen hacer del abogado, estamos en los años treinta, en el sur, y la palabra de un blanco vale sigue valiendo más que la de un negro.

Esta película me ha recordado a La Ley del Silencio (de Elia Kazan y protagonizada por Marlon Brando, la vi el año pasado y hablé de ella aquí) por la temática – protagonista que persigue el bien a pesar de los obstáculos que encuentra en su entorno – los estibadores del puerto en un caso, los vecinos del pueblo en otro. Matar a un ruiseñor, a pesar de prolongarse un poco más de dos horas, no se me hizo larga en absoluto.


Y ya era hora de tener algo de suerte con el cine o la televisión. Últimamente he pinchado un poco con Tinker, Tailor, Soldier, Spy (en español se ha llamado El Topo), la típica película de espías – en este caso ambientada en la Europa de los años setenta – que me encanta pero que no consiguió impactarme mucho. No es descartable que parte de la culpa sea la dificultad que tuve para seguir todos los diálogos (me faltaron los subtítulos). También pinché, en este caso mucho, con J. Edgar, lo que los entendidos llaman biopic (película biográfica) de Clint Eastwood sobre J. Edgar Hoover, el que fuera director del FBI durante buena parte del siglo veinte y considerado por muchos uno de los hombres más importantes de Estados Unidos, en algunos casos, con mayor poder que el presidente de turno. De aquí sólo me quedo con el papel de Leonardo DiCaprio, que interpreta a Hoover a lo largo de toda su vida, hasta su vejez. Además de la ya mencionada Iluminados por el Fuego (que se puede ver) en esta semana santa he caído en las garras de Homeland, la serie americana estrenada en otoño del pasado año sobre Nicholas Brody, un marine que tras pasar detenido en Iraq ocho años es encontrado por fuerzas especiales y enviado de regreso a casa.

La tématica me parecia interesante y soy fan de Damian Lewis, el actor que interpreta al sargento Brody, desde que hizo de Richard Winters en Hermanos de Sangre. El problema, la CIA tiene la sospecha de que Brody ha podido pasarse al enemigo y formar parte de una célula terrorista preparada para atacar en suelo americano. He visto la serie entera – 12 capítulos tiene esta primera temporada y, seguramente, habrá más – a pesar que desde el tercero ya se venía venir que lo que parecía una buena idea se estaba convirtiendo en una fantasmada de serie. A riesgo de parecer un snob, no sé si podré ver alguna serie de televisión más tras haber visto The Wire. ¡Maldita HBO!

 Nicholas Brody.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Era tan esperpéntico y absurdo… que se parecía a la vida

José María Sanz Beltrán, Barcelona, 1960. Supongo que para casi todo el mundo, incluyéndome a mí hasta hace un par de años, hablar de Loquillo es sinónimo de rebeldía, juventud y un cierto aire de independencia. En definitiva, de Rock N’ Roll que destila todo su trabajo más conocido, desde el Cadillac Solitario hasta El Rompeolas pasando por La mataré o Chanel, Cocaína y Don Perignon.

Pero sucede que junto a este Loquillo y sus Trogloditas – autodenominados como la banda más potente del rock español…lo que probablemente no sea desacertado – existe otro Loquillo. El que, de la mano de ese gran humanista que es Gabriel Sopeña (y del que ya he tratado aquí con ocasión de la entrada que dediqué al grupo maño Más Birras, grupo del que no he sido capaz de conseguir material de ningún tipo), publicó en los años noventa, en los años de La Macarena, trabajos como La vida por delante o Con elegancia, repasando el poemario contemporáneo español más destacado: Jaime Gil de Biedma, Luis Alberto de Cuenca, Manuel Vázquez Montalbán, Miguel Hernández, Paco Ibáñez,  etc. Junto a ellos también aparecen obras de artistas internacionales como el belga Jacques Brel o el italiano Cesare Pavese.

Sopeña, Loquillo, de Cuenca y Stinus


Lo fácil hubiese sido haber seguido el camino marcado, publicar otro disco con Los Trogloditas, hacer la correspondiente gira, llenar las arcas, pulular por las radiofórmulas y mantenerse en esa espiral de triunfo. Pero se tomó el otro camino, en el que supongo que se tuvo que enfrentar a muchas personas (¿managers?, ¿discográfica?, ¿prensa?, ¿fans?) y explorar tierras vírgenes.

Casi veinte años después, en los años de Michael Telô, el Loco lo hace otra vez. Bien es cierto que nunca ha abandonado ese camino que inició en los noventa y que, por ejemplo, el disco Balmoral supuso una ruptura con esa imagen juvenil y transgresora de la que hablaba al iniciar esta entrada y transmite una visión más reposada y adulta. Como decía, Loquillo publicó en 2011 Su nombre era el de todas las mujeres, su tercer trabajo “poético”. A diferencia de los dos anteriores, en esta ocasión todos los poemas son del mismo autor, Luis Alberto de Cuenca, del que ya musicalizó (o interpretó, ya que la musicalización de las letras ha correspondido al mencionado Gabriel Sopeña) un himno llamado Cuando pienso en los viejos amigos y que en cuyo currículo aparece, entre otros puestos, una Secretaría de Estado de Cultura durante el gobierno de José María Aznar. Seguro que este tipo de compañías escuecen a más de uno. Luis Alberto, por cierto, tiene también entre sus creaciones aquella mítica Caperucita Feroz de la Orquesta Mondragón.

Me enteré tarde del concierto en Madrid. No sé que pudo pasar. Cuando comenzó la gira (en el mes de Noviembre, aunque se retrasó tras un accidente del guitarrista Jaime Stinus, una  leyenda del rock español por otra parte) estuve atento a las fechas pero parece que las navidades me hicieron bajar la guardia y sólo quince días antes del concierto supe de su celebración. En definitiva, que me tuve que conformar con unas entradas en el primer anfiteatro donde, a pesar de que no se veía nada mal, no me llenaron tanto como el patio de butacas (del Teatro Arteria Coliseum de Madrid, que no lo había dicho).

 Durante el concierto de Madrid

Aunque el sentido de común te lleva a intentar oír lo que va a cantar antes de ir al concierto, al menos en mi caso,  en este caso decidí dirigirme virgen al teatro. Sólo consulté un par de vídeos en youtube sobre la gira y, ambos, sobre canciones que ya conocía: No volveré a ser joven y Cuando pienso en los viejos amigos.

De esta forma descubro Cuando vivías en la Castellana (mencionó tanto a Madrid – mi Madrid, el Madrid de Luis Alberto de Cuenca – antes de cantar este tema que yo me emocioné y pensé que iba a tocar En las calles de Madrid), La noche blanca, Nuestra vecina, Political Incorrectness (en la que se equivocó y tuvo que comenzar de nuevo), Vintage o la canción con la que acabaré esta entrada y que además ha servido para darla título (a la entrada, por si no se entiende).

Todo ello intercalando canciones de los anteriores trabajos como Los gatos lo sabrán, Con Elegancia (paseándose entre el patio de butacas) o Transgresiones. Gratas sorpresas como Salvador o Antes de la lluvia (no esperaba que las tocase en esta gira, lo que sí tenía claro es que no iba a tocar el Cadillac, a pesar de la insistencia de alguno que se pasó todo el concierto pidiéndola), Caray (de Jaime Urrutia), Brillar y brillar o El hombre de negro (cover de Johnny Cash, previa crítica velada a una emisora musical denominada Ali Baba y los 40 ladrones…creo que sobran las explicaciones), que gana enteros cuando es interpretada sólo por el Loco (no me gusta nada la versión en la que participan Urrutia, Bunbury y Calamaro).

 Vistas desde mi asiento

Entre unas cosas y otras transcurren volando las dos horas de concierto. Sale el Loco con su capa española brindando con champán. Como siempre, se me han hecho cortas y tengo ganas de más pero ya vendrán otras fechas, otros discos y otros artistas.

De las canciones del nuevo trabajo que se interpretaron esta es la que más me gustó, lástima que no haya encontrado un vídeo de mayor calidad.


Y tengo que reconocer que tampoco es que odie la canción de Michael Telô…

domingo, 15 de enero de 2012

Asesinato en América

Supongo que habrá sido cosa del resfriado, pero en menos de dos días me he ventilado un libro. Lo quería decir porque, aunque no sea muy importante, no soy de engancharme de principio a fin a nada y, por pequeños que sean, no los devoro en menos de una semana.

El libro es Asesinato en América, una recopilación de artículos periodísticos galardonados con el Premio Pulitzer que narran ocho de los crímenes que más impacto causaron en la historia reciente de Estados Unidos. No soy periodista pero si lo fuese sentiría verdadera envidia por cómo se hace el periodismo al otro lado del Atlántico. Digo hace y no hacia porque a pesar de que el último de los reportajes trata sobre la masacre en el Instituto Columbine de Colorado – episodio de fama aún mayor si cabe tras haber sido objeto de un documental dirigido por Michael  Moore  – y este suceso ocurrió hace casi trece años, de vez en cuando leyendo prensa norteamericana por internet me sigo encontrando con algún artículo de los que pocas veces se ven aquí. Me parece que en la prensa española falta ese periodismo de fondo, fruto muchas horas de trabajo y que va más allá de dar cuatro retoques a las noticias de agencia. Supongo que es lo que la clientela pide pero luego mucho me temo que o profundizan en ese periodismo – he descubierto Jot Down hace poco – o no sé quién tendrá algún incentivo para comprar un periódico en un futuro no muy lejano.

De los casos seleccionados para este libro conocía de antemano tres, el anteriormente citado de la masacre en Columbine, el asesinato del Presidente Kennedy en Dallas y la muerte de cuatro protestantes en la Universidad Estatal de Kent a manos de la Guardia Nacional durante unas protestas por la guerra de Vietnam.

Quizá el caso que más me gustó fue el del asesinato de Kennedy. Siempre me ha fascinado ese magnicidio y las diversas teorías de la conspiración que de allí salieron, especialmente tras el asesinato del primer arrestado, Harry Lee Oswald, a los pocos días mientras era trasladado por la policía. Aquí, Albert Merriman Smith, corresponsal en la Casa Blanca para la agencia United Press es testigo presencial del asesinato, pues viajaba en la caravana presidencial a apenas doscientos metros de la limusina que transportaba por las calles de Dallas al Presidente y la Primera Dama junto con el gobernador de Texas y su esposa. Como dice en el reportaje, se oyeron tres disparos y después vio un atisbo de rosa (en referencia a Jackeline Kennedy, que lucía un vestido rosa aquel día y que se incorporó hacia atrás en la limusina levantándose de su asiento tras producirse los disparos). Desde aquel momento la tensión que transmite en su narración, a pesar de que todos sabemos el desenlace, es máxima. En ese momento Merriman iba en el asiento del copiloto, el más cercano al teléfono que permitía al coche de prensa comunicarse con el exterior. El periodista le ganó la partida a su colega de la Associated Press, fingiendo no conseguir comunicación con el exterior durante todo el trayecto (el coche de prensa persiguió a la limusina presidencial hasta que esta llegó al Parkland Hospital de Dallas) y de esta manera evitando que este pudiera transmitir la noticia, consiguiendo la primicia para su agencia. Posteriormente el propio Merriman fue testigo, a bordo del Air Force One, del juramento de Lyndon B. Johnson como nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Lo dicho, tensión en estado puro.



Johnson jurando su cargo a bordo del Air Force One

El primero de los casos, el asesinato en el South Side de Chicago del adolescente Robert Franks a manos de los jóvenes Loeb y Leopold (siendo los tres hijos de adinerados empresarios de la ciudad) me parece una joya irrepetible. El caso, pareciera salido de un juego de rol, es descubierto gracias al tesón de dos plumillas del Chicago Daily News recién salidos de la Universidad. A pesar de los primeros avances fruto de su trabajo, el periódico encargó la noticia a sus mejores reporteros. A pesar de este varapalo ellos siguieron tirando de la madeja en sus ratos libres, llegando a entrevistaste con uno de los asesinos y descubriendo la prueba definitiva del caso: la máquina de escribir usada para redactar la nota de petición de rescate.

La Guardia Nacional toma posiciones en el campus de la Universidad Estatal de Kent

Los casos de la Universidad de Kent o la matanza de Columbine, así como el caso del “hombre de la montaña” (un francotirador que sembró el terror durante varios años a los habitantes de un condado de Pennsylvania y cuyos artículos me recuerdan mucho a Twin Peaks por diversos motivos: el paisaje, la llegada de ayuda externa con la presencia del FBI o el clima de desconfianza que se genera entre los habitantes del pueblo donde todos se preguntan si su vecino será el francotirador) también me gustaron mucho. Los periodistas del Denver Post que se ocuparon de la masacre en Columbine lo hicieron con un profesionalismo, una amplitud de miras y una seriedad que, en mi opinión, dejan al documental de Moore a los pies de los caballos. Desde la narración de los sucesos casi en primera persona, la profundización en la personalidad de los verdugos o la tensión de los padres que buscaban a sus hijos, todo ello sin caer en el sensacionalismo propio de este tipo de incidentes. Al menos propio de la prensa de aquí.

domingo, 1 de enero de 2012

New Year's Resolutions...

...no, no voy a publicar las mías, pero aquí están las de Woody Guthrie para el año 1942. ¡Qué documento!
  
Me parece que hay que pinchar en la imagen para poder leerla.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Libros 2011

Estos han sido los libros que he leído en el año que ahora acaba. Aparecen por orden de lectura. He procurado indicar aquellos que han sido objeto de una entrada en este blog a lo largo del año. Allá vamos:

  • Vietnam: A History, de Stanley Karnow. Una historia pormenorizada de la Guerra de Vietnam. El autor, corresponsal en aquel país durante el conflicto, no escatima en detalles en ningún momento (dedica las primeras doscientas páginas a explicar la historia del país con anterioridad a la Guerra inicial contra los franceses).
  • Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig. Libro muy interesante al que ya dediqué una entrada a principios de año.
  • Fooled by Randomness, de Nassim Nicholas Taleb. El autor del Cisne Negro trata aquí de diversos problemas a los que nos enfrentamos y de los que no somos conscientes, especialmente a la hora de tomar decisiones basándonos en las probabilidades. También hablé de él en su momento. Bueno, más que hablar lo mencioné de pasada. Qué se le va a hacer.
  • La Primera Guerra Mundial, de Martin Gilbert. Segunda lectura de este libro que compré en 2004 o 2005. Obra inmensa que, creo, da una visión completa sobre la Gran Guerra.

La lista queda muy pobre, pero no ha dado tiempo para más. La verdad es que a esta lista hay que añadir dos o tres libros técnicos que no he citado porque considero que pertenecen a "otra categoría". También hay que considerar que estoy enfrascado en otro libro que llevo muy avanzado y que semanalmente recibo dos revistas - de actualidad y de no actualidad, porque hay de todo - y eso roba tiempo para la lectura de libros. En definitiva, un buen puñado de excusas para afrontar un hecho innegable: he leído mucho menos de lo que quería. ¡A por el 2012!

    viernes, 23 de diciembre de 2011

    La música del 2011

    Se aproxima el cambio de año y es el tiempo en que las revistas de música que consulto publican las listas con los trabajos más importantes de este 2011. Parece que El Camino de los Black Keys es muy bueno; yo aún no lo he escuchado.



    Para mi, este año ha sido muy prolífico en términos músicales. He asistido a seis conciertos (cinco conciertos y un festival). Quizá no sean muchos pero podría llevar cuatro o cinco años sin ir a ninguno y, en toda mi vida, no habré ido a más de diez hasta este año. Me he comprado alrededor de quince albums, tanto trabajos actuales como pasados (de hecho una de mis últimas adquisiciones ha sido el Freewheelin' Bob Dylan de, claro está, Bob Dylan que salió en 1963), camisetas de bandas y giras e incluso he podido hablar con alguno de mis artistas preferidos al terminar los conciertos, en plan groupie.



    2012, de momento, no pinta nada mal. Hay algunos planes ya cerrados y otros en avanzado estado de desarrollo. Y es que es un año en el que tengo puestas altas expectativas puesto que, entre otros, visitarán el viejo continente artistas tan diversos como Tom Petty & The Heartbreakers (primera visita en veinte años), Bruce Springsteen o Pearl Jam. En cuanto a nuevos grupos, tengo que darle una oportunidad a los anteriormente mencionados Black Keys, así como a Wilco y a los españoles Vetusta Morla, que recientemente han llenado la madrileña sala La Riviera cinco noches.

    No pretendo construir en esta entrada una lista con los mejores discos de 2011 dado que no habré escuchado ni un 1% de lo que se ha publicado. Lo que voy a hacer es una lista con las canciones/bandas que más me han impactado este año. Aquí va:

    1-. The Gaslight Anthem - Our Father's Sons.

    2-. Pearl Jam - State of Love and Trust.

    3-. Chuck Ragan - Nomad by Fate.

    4-. Bon Iver - Skinny Love.

    5-. Frank Turner - I Still Believe.

    6-. Dave Hause - Time Will Tell.

    7-. Alkaline Trio - Warbrain.

    8-. Russian Red - Cigarretes.

    9-. Hot Water Music - Trusty Chords.

    10-. Neil Young - Rockin' in the Free World.

     
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