domingo, 30 de enero de 2011

The Promise

Y vuelvo de nuevo. Este parón en el blog era más por falta de tiempo que por haberme quedado sin temas. Le toca ahora a Bruce Springsteen, al que no le he vuelto a dedicar un comentario desde la primera entrada.

Tras algunos problemas logísticos me he hecho con la caja del Darkness on the edge of town que salió a la venta en Noviembre. Me parece un auténtico lujo. Al abrir la caja aparece un cuaderno de los típicos que utilizábamos en el colegio - con tapa azul, de tamaño folio - ya viejo y con los bordes rotos, con 80 páginas llenas de apuntes, tachones, garabatos, cercos de café, etc. Obviamente, mi grado de fetichismo no alcanza para contentarme sólo con esto. Entre las páginas se encuentra el disco remasterizado que da nombre a la caja (y que se publicó por vez primera hace 33 años), el doble disco The Promise (que incluye 21 canciones grabadas durante el período transcurrido entre la publicación del disco Born to Run - que lanzó al estrellato al cantante de Nueva Jersey - en el año 1975 y Darkness, y que, por unas razones u otras, no fueron incluidas en este último disco), un DVD con la grabación íntegra del disco Darkness realizada en 2009 - con la banda tal y como era en 1978, es decir, sin Nils y sin  Patti), otro DVD con un documental de 90 minutos en el que se repasan aquellos años, así como con grabaciones sueltas de la época y, finalmente, otro DVD de un bootleg (no confundir con esto...lo sé, no puedo evitarlo) de Houston de 1978: ¡tres horas de concierto!

No sé como empezar. Digamos que, tras publicar dos trabajos en 1973 (Greetings from Asbury Park, N.J. y The Wild, The innocent and the E Street Shuffle), a Bruce no le queda mucho crédito. Debe dar un golpe sobre la mesa y debe hacerlo ya. Y se saca el Born to Run. Sí, con Jungleland, Born to Run y Thunder Road, entre otras. Y Bruce se convierte en el ídolo de masas que todavía es casi cuarenta años despues. Sale en la portada de Time y de Newsweek. Da conciertos sin parar. Es una estrella del rock n' roll.




La gente se pregunta: ¿qué hará este chico ahora? Y lo que hace es volver a sus raíces. Contrariamente a lo que le pasa a muchos, Springsteen es más consciente después de este éxito quién es, quienes son sus padres, sus amigos y, en definitiva, cual es su origen. No quería que el éxito le transformase y, como dice en el documental, antes que ser famoso o ser rico quería ser great en contraposición con tantos otros artistas que él admiraba y que ya no representaban aquello por lo que inicialmente fueron conocidos. 


El siguiente ingrediente es el conflicto legal con su amigo y manager Mike Appel. A grandes rasgos, Appel pretendía el control total sobre la obra de Springsteen, es decir, él quería decidir sobre la producción, las canciones a incluir, etc. Bruce es tajante aquí: o se hace música como él quiere, o no se hace nada. El conflicto se prolonga durante dos años en los cuales la banda tiene prohibido la grabación de música nueva, con lo cual la gira de Born to Run se extiende hasta 1977, cuando finalmente Springsteen se sale con la suya y un juez le otorga pleno control sobre su música. Esta batalla con su amigo Appel le va a afectar mucho, aún así, entiendo que la relación es correcta actualmente pues el propio Appel aparece en el documental explicando su versión de la disputa. 


Han pasado tres años desde Born to Run. Mucho tiempo para el rock n' roll (que se lo pregunten a los Pecos). Springsteen se juega mucho con este disco y todo el mundo está ansioso por saber qué quiere. Algunos miembros de la E Street Band piensan que seguirá el camino anterior pero lo cierto es que se encuentran con un disco más seco, más duro, más primitivo. El héroe que quería escapar con Mary de la ciudad llena de perdedores para triunfar  se encuentra con que no hay esperanza, no hay futuro:


"Poor man wanna be rich, rich man wanna be king, and the king ain't satisfied until he rules everything" Badlands

"End of the day, factory whistle cries, Men walk through these gates with death in their eyes" Factory

"I'll be on that hill with everything I got
Lives on the line where dreams are found and lost
I'll be there on time and I'll pay the cost
For wanting things that can only be found
In the darkness on the edge of town" Darkness on the edge of town



Las jornadas de trabajo previas a la grabación del disco - en una granja en Nueva Jersey - son maratonianas, lo que contribuye a que la banda sea como una familia. Se graban alrededor de cincuenta canciones. Hay multitud de versiones, de letras...Bruce tiene dificultad para elegir con cual quedarse. Las discusiones son habituales: por un lado esta el productor Jon Landau, por otro Steve Van Zandt y por otro Bruce, que desecha cualquier canción que tenga un atisbo de convertirse en un éxito popular. De ahí que empiece a escribir Because the Night y se la de a Patti Smith. Lo mismo hará con Fire y las Pointer Sisters. Han tenido que pasar más de treinta años para poder escuchar casi todo lo desechado entonces.

Parece imposible, pero también hay tiempo para la que puede que sea una de las canciones más divertidas de su carrera. Un rayo de luz en ese océano gris:



El resultado es un disco - Darkness on the edge of town - que convierte a Springsteen en el trovador del pueblo americano, el narrador de sus problemas, sueños y aspiraciones. Esta tendencia la continua en 1980 con el doble disco The River, donde ya incluye alguna de las piezas compuestas con anterioridad, y no la abandonará nunca a lo largo de su carrera.

Hay una canción que no se incluye en ese disco. Algunos dicen que es lo mejor que ha escrito. La continuación de Thunder Road. Es preciosa. No le falta nada. No le sobra nada. La temática encaja perfectamente con el disco. No se incluyó, demasiado cercana para Springsteen. Algunos dicen que es la historia de este disco: los problemas legales, el miedo al éxito, a no ser fiel a si mismo, a no cumplir con su cometido como músico, a perder sus valores, sus orígenes. The promise:

sábado, 29 de enero de 2011

Panteón de Hombres Ilustres


"Show me the manner in which a nation or community cares for its dead
and I will measure with mathematical exactness the tender mercies of
its people, their respect for the laws of the land, and their loyalty
to high ideals." 


William E. Gladstone

Acabo de dar a borrar sin querer y me ha desaparecido el artículo que tenía ya medio escrito desde hace una semana. Vamos a no entrar en pánico y a intentar salir de este contratiempo de la forma más honrosa posible, así que vuelvo a comenzar.

La semana pasada visité el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. Se trata de un edificio pensado para que reposen en él los restos de personajes de especial significancia para la nación. Se encuentra en la calle Julián Gayarre, a apenas cinco minutos caminando de la estación de Atocha, yendo por el Paseo de la Reina Cristina.



La idea se remonta a 1837,  cuando las Cortes Generales aprobaron un proyecto por el que se instaba la conversión de la iglesia de San Francisco el Grande (que aún no he visitado) en Panteón de Hombres Ilustres. Poco después se formó una comisión destinada a estudiar, en primer lugar, qué personajes eran merecedores de ser incluidos en dicho Panteón y, una vez realizada esa tarea, localizar sus restos. Es por ello se dieron por ilocalizables los restos de Cervantes, Lope de Vega o, entre otros, Velázquez. 


Por fin, en 1869, se inaugura el Panteón en una ceremonia grandiosa en la que participan bandas de música, unidades militares, estudiantes, religiosos y políticos formando una comitiva que se extiende por cinco kilómetros. Entre los primeros ocupantes de este edificio se encuentran militares como el Gran Capitán, arquitectos como Ventura Rodríguez o escritores como Quevedo. 


Sucede que los restos permanecieron durante un tiempo en el Panteón para posteriormente volver a sus lugares de origen, quedando el Panteón vacío de contenido y olvidándose poco a poco la idea inicial. En 1890, se retoma ésta con más impulso, ahora sí, en su emplazamiento habitual, aprovechando el enterramiento en la contigua Basílica de Nuestra Señora de Atocha (por aquel entonces, Cuartel de Inválidos) de personajes de una importancia indiscutible como los generales Prim, Castaños y Palafox.

 En 1901 finalizan los trabajos de adecentamiento del nuevo Panteón y se trasladan a él los restos de los militares antes citados, además de personajes ilustres como Mendizábal, Cánovas, Sagasta, Dato o Canalejas (en los años posteriores). 


Sagasta y, al fondo, Eduardo Dato (me gustó la inscripción: nacido para la Patria, muerto por ella)

Monumento funerario de Antonio Cánovas del Castillo.


 Sin embargo, en el siglo XX se vuelve a producir el éxodo de personajes: Castaños a Bailén, Gravina al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Prim a Rosas, etc. Y de ahí nos encontramos en la situación actual. Con un edificio prácticamente desconocido y deshabitado,  que sólo cuenta con los restos mortales de José Canalejas y, eso sí, con cinco o seis monumentos funerarios que a mí me han parecido muy bonitos. Nada más entrar esta el monumento de Práxedes Mateo Sagasta, que si no me equivoco era el que se turnaba en el gobierno con Cánovas del Castillo a finales del siglo XIX. A continuación está el de Eduardo Dato y seguidamente el enorme monumento de Cánovas. Completa el trío de primeros ministros asesinados José Canalejas, que es el único que todavía reposa allí, con un monumento en el que tres personas le están trasladando hacia su tumba, me pareció muy bonito. Los monumentos de Ríos Rosas y el marqués del Duero son algo más "convencionales". En el patio interior está el mausoleo conjunto, con los restos de Mendizábal, Ponzano, Argüelles o, entre otros, Martínez de la Rosa que no pude visitar al encontrarse cerrado el patio.




Salgo del Panteón y vuelvo sobre mis pasos hacia la estación de Atocha. Continuo andando por el Paseo del Prado hasta Neptuno, veo el Monumento a los Héroes del Dos de Mayo, medio olvidado y escondido, como por vergüenza, que supuestamente recuerda a todos los caídos por España. Y no puedo evitar acordarme de la cita del principio de esta entrada que abría un libro que leí el año pasado sobre el cementerio de Arlington. O sobre la tumba del soldado desconocido del Arco del Triunfo en París. O sobre como nunca faltan coronas de amapolas en los diversos monumentos en honor a los muertos que hay en Londres. 

Alguna vez fuimos como ellos. O lo intentamos.

jueves, 13 de enero de 2011

Here's looking at you, kid - The Gaslight Anthem

But boys will be boys and girls have those eyes
That will cut you to ribbons sometimes.
And all you can do is just wait by the moon
And bleed if it's what she says you oughta do.

domingo, 2 de enero de 2011

La última carrera del año

A veces no recuerdo la razón de muchas cosas. Creo que tengo que llevar un cuaderno e ir apuntando los detalles. Quizá el blog ayude a ello. No suelo recordar, entre otras cosas, la razón por la que me empiezo a interesar por algo. Me gusta el fútbol americano y cuando alguien me pregunta desde cuándo y por qué, titubeo y me acabo medio inventado una historia. Recuerdo que hace cuatro o cinco años (¡cómo pasa el tiempo!), para relajarme en los exámenes, me jugaba unas partiditas al tetris en una página web y allí había un juego bastante rudimentario de fútbol americano. Recuerdo que intenté comprender las reglas porque por aquel entonces veía algo de rugby y encontré una página en español muy completa (la web de Diego Pérez). Luego llegó la tele de pago y la posibilidad de ver partidos en directo y de ir aprendiendo las reglas y la filosofía del juego. Recuerdo que el primer partido que ví fue un domingo de Diciembre del 2005 que se jugaba en el campo de Washington (juro que no me enteré de nada). Los recuerdos más formados los tengo del mes siguiente: Enero de 2006. Jugaban Pittsburgh e Indianápolis, y los últimos minutos fueron de infarto (intercepciones, fumble de Jerome Bettis en la goal-line, field goal fallado por Vanderjagt...aquí un resumen).

Después de todo este rollo del fútbol americano sigo sin acordarme con certeza cuando me empezó a gustar salir a correr. Me parece que un amigo dijo algo de apuntarse a la San Silvestre hace ya cuatro años...y nos quedamos sin plazas. Desde entonces y hasta el viernes no he faltado a la cita (salvo por lesión el primer año, lo que le dio más emoción a mi primera participación). Y, sin ser algo que me apetezca hacer todos los días (lo de salir a correr), estoy saliendo más a menudo que nunca y el gusanillo de las carreras me llama cuando pasan un par de meses sin apuntarme a ninguna.

La San Silvestre Vallecana nace en 1964 a semejanza de la San Silvestre Paulista que se celebra en São Paulo todos los años. De los 57 participantes de aquel año a las 34.000 inscripciones agotadas en menos de cinco días de esta edición han tenido que pasar muchas cosas. Propio del día de nochevieja, el ambiente es muy festivo. Sólo los que salen en las primeras oleadas van a competir y a intentar hacer marca. De la mitad para atrás abundan los disfraces (Bob Esponja ha sido el más repetido este año) y el ambiente distendido. La prueba comienza en la plaza de los Sagrados Corazones (detrás del Bernabéu, a la altura de La Esquina) y la cola de corredores esperando la salida llega a cruzar la Castellana. Es tal la aglomeración que la salida se demora casi una hora. Según el tiempo que hayas acreditado en pruebas anteriores, tienes derecho a colocarte más adelante en la salida (en los denominados "cajones") y la salida se va realizando en oleadas, de manera que, desde que salieron los primeros (a las 17.30) hasta que salieron los últimos (los corredores sin dorsal y, por tanto, sin acceso a los cajones de salida), transcurrieron al menos tres cuartos de hora.

La carrera empieza muy fuerte con una subida de unos 200/300 metros de la calle Concha Espina hasta hacer un giro brusco a derechas para tomar el cómodo descenso de la calle Serrano. Salvo algún repecho pequeño (como el que subimos al cruzar María de Molina), el recorrido será llano o descendente hasta la parte final donde la Avenida de la Albufera se irá cobrando sus víctimas (los que corrieron demasiado al principio, los que nunca estuvieron preparados para esto; ¡qué noche más larga les espera!). Salgo a las seis de la tarde y, a pesar de que ya es de noche, el alumbrado público aún tarde quince minutos en encenderse. Es por ello que el primer tramo de Serrano, zona de embajadas y pequeños chalets, aún no está muy animado (aunque ya me conozco a un niño en uno de esos chalets que nos pega unos berridos como si fuese el mismísimo demonio). Los espectadores (ausentes en cualquier otra carrera madrileña que se celebre un domingo a las nueve, como es habitual) comienzan a aparecer a la altura de El Corte Inglés de Serrano con las luces de navidad, luego otros pocos en Colón, algunos en el giro de Alcalá y, ya desde el Paseo del Prado, cada vez hay más y más gente que no para de animar: niños que te chocan la mano, señoras con cacerolas haciendo ruido. A veces parece que estás subiendo un puerto de montaña del Tour de Francia.


El ruido en Atocha es sorprendente. La avenida Ciudad de Barcelona está toda cortada para los corredores, pero la gente se arremolina en la mediana y hace más ilusión correr por la derecha que por la izquierda, a espaldas del público. En algún momento, ya en la avenida de la Albufera, los corredores profesionales (que saldrán a las ocho de la noche) se desvían y callejean por Vallecas. Los aficionados seguimos subiendo por la gran avenida con ganas de ver cuando hacemos ese giro de noventa grados a la derecha que nos indica que prácticamente hemos llegado al último kilómetro (que ya es descendente). A mí este último kilómetro se me hace más largo de lo habitual, aún así sigo adelantando gente porque parece que puedo bajar de 55 minutos. Enseguida me doy cuenta de mi error, aún no había pasado la pancarta del kilómetro nueve y, cuando lo hago, sólo me quedan tres minutos y medio para alcanzar ese mini objetivo. Las calles son otra vez más estrechas y adelantar, que nunca ha sido fácil, se complica otra vez un poco más (si cada uno se pusiese donde le corresponde en los cajones de salida otro gallo cantaría, pero esto me temo que es predicar en el desierto). Sigo corriendo a tope y me empiezo a preocupar porque no veo indicaciones de la llegada a meta (hay una llegada para aquellos que corren sin dorsal y luego la llegada "oficial", tras una cuesta de 100 metros que estoy empezando a temer). Al fin llega, veo mi reloj y llevo 56 minutos y diez segundos. Creo que es la primera vez que no tengo necesidad de esprintar al final (no sé como lo hago pero en todas las carreras cuando estoy llegando a meta veo que quedan 10 o 20 segundos para alcanzar un determinado minuto y siempre esprinto para bajar de ese tiempo) y aprovecho la ocasión, dejándome ir los últimos metros. Sigo andando hasta ver un lugar más despejado para quitarme el chip de la zapatilla mientras voy recuperando el aliento. San Silvestre 2010, otra muesca en mi revólver. Ahora la vuelta a casa, con el metro lleno de corredores, a intentar sobrevivir a la noche de la forma más digna posible.


Es verdad que, a pesar de tener un recorrido favorable, es imposible correr (no sólo por el hecho de ser más de treinta mil personas, sino también por el "morro" de muchos que se ponen donde no deben). Es verdad que por 19 euros (el doble de lo que pagas en cualquier carrera de diez kilómetros) podríamos recibir mucho más (por ejemplo, una camiseta sin cuello de elefante). Es verdad que la gente no tiene vergüenza (tercera vez que lo digo ya aquí): adelantar a una familia entera (sin dorsal) que van de la mano por Serrano incrementan mis ganas de convertirme en Travis Bickle y montar una carnicería. Pero algo tiene esta carrera - no sé si son las ganas de fiesta de los participantes, el público, la idea de acabar el año haciendo deporte o una mezcla de todo lo anterior - que me dice que repetiré mientras pueda.


Y nada más. Mi primera entrada de este año nuevo para la última carrera del año viejo. Y Tom Waits de fondo, no sé cómo podría estar mejor. Dejo aquí un vídeo que da fe de que todo lo que he escrito - o la mayor parte - es verdad:


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