Tengo pendiente escribir una entrada sobre Fooled by Randomness, un libro de Nassim Nicholas Taleb (más conocido por un libro posterior llamado The Black Swan, sobre los fenómenos de gran impacto – como las crisis financieras – pero cuya frecuencia es muy baja). No sé si la escribiré, porque el libro hace ya más de mes y medio que lo acabé y, no sé si esto le pasa a más gente, pero tengo una capacidad increíble para olvidar rápidamente todo aquello que leo (a veces es algo frustrante). En cualquier caso, si finalmente escribo algo sobre el libro, no será más allá de la semana que viene, porque posteriormente me vienen ciertos compromisos que seguro harán que me olvide del tema. Es un libro altamente recomendable, en mi opinión.
Pero quería escribir aquí de otra cosa que he hecho a raíz de leer este libro y que ha sido suscribirme a la revista The New Yorker. Ya llevaba tiempo con esa intención pero me echaba para atrás el poco tiempo libre que tengo y no me apetecía pagar una suscripción para no poder leer nada luego (aquí viene al pelo esta noticia publicada en el diario satírico norteamericano The Onion, referida al semanario británico The Economist).
Una de las ideas que desarrolla Taleb en este libro es la excesiva importancia que prestamos al “ruido”, a elementos aleatorios, fuera de nuestro control, pero que afectan a las circunstancias en las que se desarrolla nuestra vida. Ponemos la radio y un “experto” indica que la bolsa ha subido en la sesión de hoy un 0.4% debido a la incertidumbre con el suministro de petróleo derivado del conflicto en Libia. Pero mañana es ese mismo conflicto – sin que haya habido ningún avance evidente – el que sirve al comentarista radiofónico para justificar una subida de los mercados. Leo – o leía – el periódico y me pregunto si es necesario saber al dedillo el nombre del Presidente de la Región de Murcia y las medidas que está llevando a cabo. O que músculo le duele a Ronaldo.
Ya llevaba algunos meses mascando esta idea, como comenté anteriormente, y creo que fue leyendo esta entrevista al editor de la revista, David Remnick, la que volvió a dar impulso a mis intenciones (como veis, soy de pensarme las cosas mucho). Aquí decía eso de no hay nada más viejo que el periódico de ayer o la revista Time de la semana pasada.
Leyendo Fooled by Randomness, Taleb afirmaba que, a pesar de ser un trader (es decir, que se dedica a operar en los mercados financieros comprando y vendiendo activos como parte de un fondo de inversión o un banco), prefería leer The New Yorker al Wall Street Journal (salvo la sección de obituarios, que no se la perdía). Esto y un tipo de cambio bastante atractivo hicieron que me convirtiera en lector de esta revista desde hace un mes aproximadamente.
Aún no la he cogido el tranquillo del todo, pero estoy bastante contento. Generalmente la revista contiene entre 5 y 6 piezas largas así como algunos artículos más cortos (The Talk of the Town y artículos sobre libros, cine y teatro) y también la – superflua mientras no viva en Nueva York – agenda cultural de la Gran Manzana.
Lo que me gusta es que se trata de artículos atemporales, en el sentido de que no pasa nada si los lees el mes que viene, siguen siendo igual de interesantes y oportunos. Estoy seguro de que lo que vaya leyendo en esta revista me dará ideas para escribir aquí en el futuro.
Ahora os dejo con este artículo que acabo de leer y que mezcla el mundo de las relaciones personales…con el beisbol (hay también en la revista textos de ficción, artículos humorísticos como este y multitud de viñetas):
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